Por supuesto que vivimos en medio de la incertidumbre ante el vendaval que nos significa un año electoral… Y no se trata únicamente de la vivienda, el sector inmobiliario, o cualquier otra actividad productiva… Se trata de todo un país que vive y muere, sufre y ríe, al ritmo que marca la que es en México la madre de todas las batallas de los procesos políticos; la ELECCIÓN PRESIDENCIAL.
Sí, así, con mayúsculas, porque la elección Presidencial tiene que ver con todo en un país que tiene la mala costumbre de reinventarse cada seis años.
Porque para sectores como vivienda, desarrollo inmobiliario y construcción, el cambio de gobierno federal implica inevitables cambios en visión, políticas, programas, regulación e inversión.
El cambio de gobierno implica incertidumbre y procesos de adaptación, que inevitablemente frenan la marcha de estos sectores, que suelen vivir años electorales complejos, procurando de entrada cerrar bien el ejercicio anterior y arrancar con mucha fuerza el año electoral, buscando con ello tomar el vuelo que les permita sobrevivir la transición.
Para el sector vivienda el primer reto es cerrar muy fuerte el 2017, aprovechando las ventajas de un trimestre que tradicionalmente año con año es el de mayores ventas, y que esta vez tendrá además el impulso de los programas de reconstrucción y de la voluntad política de inyectar dinamismo a la economía.
Cerrar bien este año es requisito fundamental para encarar debidamente el 2018 y evitar que campañas, elección y transición, le pongan pausa a una actividad productiva fundamental, tanto por lo que aporta al Producto Interno Bruto (PIB) nacional, como por el número de empleos que genera.
El objetivo debe ir incluso más allá y no limitarse a “blindar” el 2018, sino a formalizar estrategias que hagan posible que durante ese año se tome el vuelo necesario que permita iniciar sin presiones y con certidumbre el 2019.
Y no es difícil lograrlo, se tiene una base muy sólida en la realidad de la demanda, sumada a la fortaleza de los organismos públicos y privados que otorgan financiamiento para producción y adquisición de vivienda…
Lo que sin duda se requiere es garantizar los fondos destinados a subsidios para vivienda.
Se requiere inyectar 500 millones de pesos en subsidios para cerrar este año, sin que ese monto contamine los 6,800 millones de pesos del programa de subsidios 2018, buscando que esos 6,800 millones, sean el piso de la bolsa que habrá para este rubro en el año electoral.
Pero además de garantizar los montos destinados a subsidios, hay que cuidar que buena parte de los mismos se destine a adquisición de vivienda formal, cuidando con ello el buen uso del recurso y lograr además que sirvan como acelerador de las economías locales.
El sector vivienda sigue siendo un motor de la economía… Un motor al que no se le puede poner pausa, ni aún con la justificación de que esa pausa es consecuencia inevitable de un año electoral.