*Por Leopoldo Hirschhorn
A raíz de las protestas en la zona Roma-Condesa, ha tomado más relevancia la preocupación por la llamada gentrificación, un fenómeno global vinculado a un incremento de los precios del suelo, el desplazamiento de las comunidades y la pérdida de identidad. En una simplificación, en México se ha asociado el fenómeno a la llegada de personas con ingresos más altos a ciertas colonias centrales, muchos de ellos extranjeros.
Sin embargo, es un error asociar la gentrificación exclusivamente a la llegada de nuevas comunidades, lo cual es un proceso natural en urbes dinámicas y culturalmente ricas como lo es la capital del país.
La llegada de nuevos habitantes -ya sea que vengan de otra zona de la misma ciudad, de otras ciudades o de países diversos- ha sido una fuente para revitalizar las urbes. A lo largo de la historia, las grandes metrópolis han prosperado gracias a su capacidad de atraer a personas de distintas procedencias. Atenas, Roma, Florencia y, más recientemente, Nueva York o Berlín, florecieron cultural y económicamente gracias a la presencia de nuevos habitantes —artistas, comerciantes, intelectuales y trabajadores— que aportaron diversidad, creatividad y capital.
Contar con nuevas poblaciones con capacidad de inversión no tiene por qué implicar la exclusión de los locales; al contrario, puede detonar procesos de renovación urbana, reactivación del comercio local, mejora de la infraestructura pública y creación de entornos más seguros. Para que esto sea posible es necesario crear las condiciones adecuadas para que los recién llegados puedan integrarse plenamente a la vida comunitaria, al mismo tiempo que los habitantes locales se benefician de nuevas oportunidades.
Vitalidad para las comunidades
En el caso específico de la Ciudad de México, recibir a habitantes de otras regiones en las zonas centrales representa un reto y una oportunidad. Es un reto porque debemos buscar que quienes son originarios de las zonas centrales y quieren permanecer en ellas puedan encontrar las condiciones para hacerlo, a la vez que dotamos de infraestructura, incluida la vivienda, suficiente a quienes desean llegar a estas colonias, ya sea extranjeros o los mismos habitantes de la Ciudad de México que ven en estas colonias un espacio para enriquecer su vida.
Lo que hoy vemos con preocupación tiene un sustento más profundo en una genuina necesidad de vivienda en las zonas centrales, las cuales suelen estar más comunicadas, contar con mejor infraestructura y tener servicios públicos y privados de calidad.
Esta necesidad de vivienda ha sido detectada por todos los grupos sociales, desde los colectivos que buscan el acceso a una casa, hasta los desarrolladores que sabemos que los ritmos de construcción deberían ser más acelerados, pasando por el gobierno. Vale la pena reconocer aquí la apertura del Gobierno de la Ciudad de México para mantener un diálogo constante con quienes construimos vivienda, con el fin de apuntalar su meta de llegar a las 200 mil acciones de vivienda; sin duda, la administración encabezada por Clara Brugada está consciente de esta necesidad y de su potencial.
Vivienda suficiente, clave para retener a la población
Necesitamos construir vivienda nueva y rehabilitar de la existente. Solo podremos garantizar el acceso universal a una vivienda digna si contamos con una oferta suficiente, diversa y asequible. Nuestra ciudad ha padecido desde hace varios años una fuerte caída en la construcción. Por poner un ejemplo, se construyen menos de 3 mil 500 unidades cada año en la capital, frente a 25 mil matrimonios nuevos o el nacimiento de 85 mil niños.
Esto ha provocado que mucha gente tenga que buscar una casa fuera de la capital. Datos del INEGI revelan que, tan solo en la última década, la Ciudad de México ha perdido más de 248 mil habitantes, quienes se han visto obligados a migrar hacia la periferia debido a la creciente presión del mercado inmobiliario; de ellos, el 42% se trasladó al Estado de México.
Mantener una oferta competitiva para que todas las personas encuentren una casa requiere un dinamismo en la construcción de vivienda. Esto demanda políticas públicas sólidas sustentadas en una producción de vivienda dinámica, ágil y con mayores facilidades. Los desarrolladores inmobiliarios hemos contribuido a construir esta ciudad por décadas; estamos convencidos de que nuestra participación podrá, como lo ha hecho en el pasado, contribuir a que esta transformación urbana sea una fuente de vitalidad para la ciudad. Lo que aún hace falta es detonar la edificación de nuevos desarrollos en menores plazos, para que podamos transformar lo que hoy es un reto, en una oportunidad.
*Leopoldo Hirschhorn
Presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de Vivienda (Canadevi) Valle de México









