Por Jimena Peña Uribe*
La pandemia del coronavirus ha tenido un fuerte impacto en nuestra vida urbana. Las oficinas están vacías, el comercio local en pie de guerra y el arte y la cultura dormidos. Es notable la cantidad de personas ejercitándose al aire libre, los parques saturados y la predisposición general a convivir muy presente. Resulta difícil pensar en un regreso a la normalidad que solía ser, pues parecería que la emergencia sanitaria transformó nuestras necesidades, al mismo tiempo que acentuó los problemas a los que nuestras ciudades se enfrentan.
Sin duda, la pandemia ha sido un catalizador de problemas urbanos preexistentes. En medio de una crisis que nos ha afectado a unos más que a otros, durante unos meses, alrededor del mundo las calles quedaron vacías. Mientras que para muchas personas fue posible protegerse del coronavirus en la seguridad de su hogar, la necesidad de quedarse en casa destacó que para miles de otras este privilegio simplemente no existe. ¿Qué implicaciones tiene esto para el diseño urbano?
El paradigma de los suburbios que concentran el espacio de las viviendas y un centro económico urbano, con rascacielos llenos de oficinas y tiendas dedicadas al consumo en masa, quedó obsoleto. Esta idea fue introducida hace unos 135 años y va de la mano del invento del automóvil, pues gracias a éste fue posible recorrer largas distancias en poco tiempo. Carlos Moreno, profesor y científico franco-colombiano, propone un concepto opuesto conocido como la Ciudad de 15 minutos.
La propuesta se basa en una ciudad policéntrica, con barrios que ofrecen espacios para vivir, trabajar, abastecerse, disfrutar de la cultura y, por supuesto, de la educación y del descanso o esparcimiento dentro de un margen de 15 minutos a pie o en bicicleta. Bajo esta visión, los barrios cobran un nuevo e importantísimo papel dentro de la planeación urbana pues se ha demostrado que, junto con la vivienda propia, el barrio es lo más importante para asegurar la calidad de vida y que entre más diverso sea más habitable y resiliente será la ciudad.
Al mismo tiempo, esta propuesta toma en cuenta que la ciudad está conformada por la gente que la habita y, por ello, integra la identidad de sus habitantes, fortalece los valores locales y regionales y combina nuevas formas de producción y vivienda. Un buen ejemplo es Wuppertal-Mirke, una ciudad alemana que se ha posicionado como una “Ciudad Utopía”, un punto de contacto central para el desarrollo urbano creativo y un laboratorio donde se implementan y evalúan las utopías.
Indudablemente, al mismo tiempo que el Covid-19 ha tenido efectos devastadores en la economía al propiciar el cierre de una quinta parte de los negocios locales a nivel mundial, presenta una oportunidad para introducir nuevos modelos urbanos que otorguen más importancia a los peatones y a las bicicletas y disminuyan el protagonismo que los coches tienen en el paradigma actual. Lo cierto, es que la construcción masiva de calles y espacios de estacionamiento ha ocasionado que el costo del suelo urbano se incremente, volviéndose cada vez más difícil edificar vivienda intraurbana.
Si bien una reducción exitosa del suelo dedicado a los automóviles permitiría planear más áreas verdes, esenciales para incrementar la calidad de la vida urbana, París está logrando hacer realidad la Ciudad de 15 minutos transformando únicamente algunas calles en pasos peatonales y de bicicletas. La buena noticia es que ciudades como Melbourne, Ottawa, Copenhague y Detroit ya están siguiendo este modelo e, incluso, en América Latina, ciudades como Río de Janeiro o Buenos Aires están trabajando en implementarlo.
La raíz del problema es la movilidad. Creo que a todos nos queda claro que estamos en un momento en el que, a pesar de no saber exactamente cómo afrontar este gran cambio, no podemos limitarnos a investigar y teorizar, es hora de llevar a cabo acciones concretas en una o dos alcaldías de la Ciudad de México, de Monterrey o de Guadalajara, las tres grandes ciudades que deberían encabezar la transformación urbana de México.
*Jimena Peña Uribe
Estudiante de Arquitectura
Jimena es estudiante de arquitectura en el Karlsruher Institute für Technologie en Alemania. Le apasiona comprender y analizar la forma en que los seres humanos ocupamos nuestro entorno, la forma en la que éste evoluciona y los pilares que sostienen la vida pública, pero le preocupa la falta de equilibrio con el medio ambiente. A través del urbanismo y la sustentabilidad busca construir un mejor futuro para todos.