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Guerras de arena

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Por Jimena Peña Uribe*

Forma parte en la producción de vidrio, papel, plásticos, pintura y productos de limpieza.  Es elemento importante de la agricultura y toda nuestra tecnología, desde celulares hasta aviones, pero sobre todo se utiliza en la construcción. Casi como el aire que respiramos, o el agua que nos sustenta, la arena se ha vuelto parte esencial de nuestra existencia.

Tan sólo para construir un kilómetro de carretera con siete metros de ancho, se utilizan 8,400 toneladas de concreto. En cada tonelada de concreto se utilizan alrededor de 300 kilógramos de arena. Esto significa que cada año se extraen alrededor de 15 mil millones de toneladas de arena, una cifra simplemente inimaginable.

La arena se considera un recurso natural no renovable, pues tarda miles de años en formarse y, a pesar de que hay muchos tipos de arena, su uso es variable. La del desierto, por ejemplo, es causa de la erosión del viento con superficies rocosas, sus granos son muy homogéneos y redondos, lo que la hace inservible para cualquier tipo de construcción. La arena de playa, por el contrario, tiene forma angular, los granos se adhieren al natural al ser resultado de la erosión de las rocas y arrecifes coralinos. Pedazos de roca de montaña son cargados y refinados por el agua de los ríos, hasta algún día llegar al mar.

Buques de dragado, "beach nourishment"

Buques de dragado, «beach nourishment»

La arena se extrae de canteras, de los cauces de ríos y lagos y, principalmente, del fondo marino con ayuda de grandes buques de dragado equipados con brazos que la succionan. El problema es que es parte esencial del ecosistema. Es así como, dependiendo de la máquina, se logran sacar de 4,000 a 40,000 metros cúbicos por buque al día, pero, al succionarla también se llevan plantas vitales para la vida marina y peces pequeños, entre otro de tipo de flora y fauna.

De esta forma, la destrucción del hábitat marino se considera daño colateral de la insaciable hambre de construcción, sin antes pensar que formamos parte de la cadena alimenticia y que, destruir el mar y sus ecosistemas, significa aniquilar también al ser humano. De hecho, la incontrolada extracción de arena ha causado que 75% de las playas en el mundo se retraigan y se cuenta con varios ejemplos reales y actuales sobre las consecuencias que esto genera: En Marruecos, solo quedan superficies rocosas donde alguna vez la arena cubría la playa y en Indonesia, han desaparecido ya 24 islotes de arena devorados por las excavadoras.

¿Qué significa esto? No solamente nos enfrentamos a una crisis natural mayor que la del petróleo, sino que también nos enfrentamos a futuros problemas geopolíticos. Shanghái, por ejemplo, extrajo la arena de sus emblemáticos rascacielos del lago Poyang, la reserva de agua potable más importante del país. Hoy, el lago está seco varios meses al año y, en consecuencia, los peces y las aves migratorias que se refugiaban ahí han desaparecido.

Para construir la famosa palmera de Dubái, se gastaron 150 millones de toneladas de arena. Singapur es otro buen ejemplo del uso excesivo de arena, pues desde 1950 ha convertido ya más de 130 kilómetros cuadrados de mar en tierra firme. Tan grande es su adicción a la arena que Malasia, Indonesia, Cambodia y Vietnam han decidido cortar lazos de comercio de arena con Singapur. Claro que, a pesar de esto, el 40%–45% de la arena utilizada mundialmente para la construcción proviene de la venta ilegal por parte de la mafia.

Es así como, en un intento desesperado por mantener la arena en las playas para no afectar el turismo, se utilizan técnicas como el beach nourishment. Este tratamiento consiste en dos sencillos pasos: extraer arena del fondo del mar e inyectarla en las costas de la playa. El problema, es que el movimiento natural de la marea trata de cubrir los vacíos dejados por la extracción de ésta. Por lo tanto, se requiere “nutrir” las playas de forma constante. Esto trae consigo la destrucción de cualquier comunidad marina de la zona. Ahí es donde entran los ingenieros costeros, pues proponen la construcción de rompeolas como un inteligente remedio para controlar las mareas.

En realidad, la única solución está en aprender a planear en forma consciente y a largo plazo. Al construir cerca de la costa estamos creando una barrera contra las olas, acelerando así la pérdida de playas. Además, bloqueamos con la construcción de presas la llegada natural de la arena al mar, de tal forma que no solo nos estamos acabando las reservas naturales, si no que nos estamos privando de cualquier posibilidad de que se regeneren.

Contamos con opciones viables para regular el uso de la arena. Una de ellas, es celebrar la diversidad de materiales disponibles en la arquitectura para reemplazar el uso excesivo de concreto y gracias a la tecnología actual, muchos de los materiales ya procesados se pueden reutilizar casi al cien por ciento. Se ha comprobado, por ejemplo, que el vidrio granulado tiene prácticamente las mismas propiedades que la arena y puede ser utilizado en la construcción. El Smart Crushing es otro proceso interesante, el cual consiste en romper concreto usado y separarlo en sus componentes principales: roca y arena. Es por este tipo de tecnologías que se hace referencia a la mina urbana, gran reserva de materias primas secundarias. Asimismo, se deben aplicar leyes que regulen el uso de concreto y la extracción de arena, pero no podemos esperar hasta que el gobierno haga algo para empezar a cambiar nosotros.

¿Por qué no nos acostumbramos a ver y usar el espacio a nuestro alrededor de manera diferente? A pesar de las muchas habitaciones y departamentos que cada año quedan vacíos en diferentes ciudades del mundo, se sigue invirtiendo en la construcción de vivienda sin pensarlo dos veces cuando, en algunos casos, simples remodelaciones podrían adaptar los espacios para renovar esas viviendas y darles muchos años más de vida útil, desde convertir una casa para cinco personas en dos o mas departamentos de renta independiente, hasta fomentar que los estudiantes vivan y ayuden a mayores de edad a cambio de una renta baja o nula. Formas de ayudar al cambio hay muchas, solo hace falta informarse.

Si te interesó este artículo y te gustaría saber más sobre el tema, te recomiendo ver el documental Sand Wars de Denis Deletrac disponible en:

https://www.youtube.com/watch?v=aEXFgjuxGLg&t=2509s&ab_channel=HeavyDemir

*Jimena Peña Uribe

Estudiante de Arquitectura

Jimena es estudiante de arquitectura en el Karlsruher Institute für Technologie en Alemania. Le apasiona comprender y analizar la forma en que los seres humanos ocupamos nuestro entorno, la forma en la que éste evoluciona y los pilares que sostienen la vida pública, pero le preocupa la falta de equilibrio con el medio ambiente. A través del urbanismo y la sustentabilidad busca construir un mejor futuro para todos.

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Redacción Centro Urbano


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