Apenas es martes y ya no puedes con la vida. Estás a punto de darte por vencido, cansado de que sea siempre lo mismo. El ruido de la ciudad, el cansancio y el estrés te consume.
Te repites que todo estará mejor, sólo tienes que lidiar con cuatro días más, pero las siguientes seis horas parecieran ser infinitas. Te dices que nada más tienes que soportar la siguiente hora y todo mejorará. El tiempo pasa y sobrevives.
Sales intacto, pero te quedan otras seis horas. Quizás irás por tu helado favorito o por un chocolate. No importa, estás en tu descanso de este infierno insoportable, como tu hermana menor, harás algo que a lo mejor disfrutarás. Sólo tienen que pasar dos horas más.
El tiempo pasa y te das cuenta que tienes otras cuatro horas. Es como si fueran más en lugar de menos. Pero lo soportarás, aunque cada segundo sea eterno.
Sobreviviste. Ahora sólo quedan tres días más para que lleguen esas 48 horas que alegran a todos.
Han pasado esos tres días y dices que sólo tienes que sobrevivir la misma dolencia hasta octubre, donde todo estará mejor.
Llegó octubre y tu sentir es el mismo. No encuentras algo que te haga sentir que valga la pena seguir esperando que pasen los demás meses. Ha llegado noviembre y te das cuenta que octubre no ha estado tan mal, pero las cosas siguen igual.
Te das cuenta que todo este tiempo has estado sobreviviendo cada segundo, te has perdido de la vida mientras hacías lo mismo que todos.