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Un paso más al sueño

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Dicen que para que la vida de una persona esté completa, es necesario escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo. Sea o no verdad, mi sueño es poder cumplir las 3. Les comparto un pedacito de lo que algún día podría ser un libro. Este es mi capítulo favorito. Espero que les guste.

Secretos detrás de una mentira verdadera.

  • Tímida.
  • Con la mente alejada de la realidad.
  • Hermosa…

 

  • Le falta “excesivamente loca”.

Arturo despego la vista de su libreta y olvidando lo que estaba apuntando dirigió la mirada por encima de su hombro para encontrarse con la cara de Marie recargada sobre uno de sus lados, justo rozando su mejilla.

“¿Cómo es posible que no lo sintiera?” 

  • Le recuerdo que es falta de educación revisar las pertenecías ajenas, señorita.
  • ¿Cree que soy hermosa, de verdad?- Dijo ella alejándose un poco y sonriendo.
  • Reservaré todos mis comentarios hasta que acepte la entrevista.
  • Pensé que el rumbo de las anotaciones que acaba de hacer iba dirigido a la entrevista.
  • No necesito especificar que son de uso personal cuando no se supone que las vea usted.- Dijo él guardando de nuevo la libreta en su pequeño portafolio y con una mirada sería, después de una breve pausa dijo:
  • Lo tenía todo, señorita ¿Qué hace en este lugar?
  • Pagando el precio a la locura ¿No es obvio?- Dijo ella caminando hacia la puerta de la habitación ya un poco incomoda por el rumbo que estaba tomando la conversación.
  • Salía en las noticias, en todos los diarios, usted era famosa.
  • La fama solo es otro tipo de locura.- Caminó otro poco hacia la salida.
  • Por lo menos responda alguna de mis preguntas, la que sea.

Marie, parada en el marco de la puerta y de espaldas a Arturo, agacho levemente la cabeza.

  • ¿Alguna vez se ha enamorado?- Preguntó ella dándole la espalda.
  • Acaso ¿Es eso relevante?
  • Las mayores locuras se cometen por amor, responda mi pregunta.
  • No tienes ni idea, Marie.- Ahora era Arturo el que agachaba la cabeza, imitando inconscientemente cada movimiento propiciado por Marie; ninguno se atrevía a mirar al otro.
  • ¡No! Es usted quien no tiene idea, llega aquí queriendo volverse famoso a base del sufrimiento ajeno; queriendo imponer ante todo su trabajo y ¿Qué recibo yo a cambio? ¿Mi libertad? No la necesito. Llegue aquí por voluntad propia y respondo sus preguntas bajo los mismos derechos dentro de esa voluntad.- Marie sin siquiera mirarlo salió de la habitación azotando la puerta detrás de ella.
  • Creo que debería volver mañana.- Dijo Sonia que estaba parada al otro lado de la habitación, dirigiéndose a Arturo.
  • Usted sabe que no quiero lastimarla.- Dijo él con los ojos llorosos y la mirada caída.
  • Lo sé más que nadie.- Sonia colocó su mano sobre la espalda de él y comenzó a frotarla lentamente.- Debes darle tiempo, es duro para ella. Vuelve mañana ¿Sí?
  • Gracias Sonia.- Dijo Arturo al tiempo de levantarse y tras un beso en la mejilla cruzo por la puerta hacia la recepción.

Sonia caminó hacia el jardín y la encontró sentada sobre un viejo árbol caído; Marie observaba a Arturo alejarse.

  • Sé por qué lo trajiste, no se trata de la entrevista ¿Cierto?- Dijo Marie sin voltear a ver a Sonia.
  • Pensé que te haría bien la compañía de alguien.
  • Lo entiendo Sonia, por un momento lo pensé también, pero él solo se preocupa por su trabajo.
  • Apenas lo conoces, podría sorprenderte.- Se alejó cuidando dejar un espacio suficiente para que Marie pudiera bajar del árbol y estirando su mano le indicó, con tan solo una mirada, que la siguiera.
  • Me agrada, siento que lo conozco desde siempre.- Dijo Marie caminando a la par de Sonia y tomando una de sus manos.
  • Es un buen chico ¿Quieres un poco de leche?
  • Mejor un poco de café ¿Sí?
  • Solo si llegas antes que yo a la cocina.- Le dijo Sonia soltando su mano y viendo como la joven la rebasa y corría frente a ella.

La enfermera se detuvo y sonriendo, levantó la mirada al cielo, cerró los ojos por un instante y sintió la brisa agitar su coleta. Suspiró.

“Siento que lo conozco desde siempre.”

  • ¡Que lenta eres, Sonia!- Gritó Marie al otro lado del jardín, ya en la puerta de la cocina.

Sonia dirigió su mirada hacia ella y comenzó a trotar; definitivamente necesitaba una taza de café.

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Priscila Díaz


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