Hace poco se dio a conocer que en 2015 aumentó el robo de bicicletas en la Ciudad de México, casi en un 60% respecto al 2014.
Lamentablemente me toca ser parte de esa estadística, pues mi bicicleta decidió irse con otra persona hace un mes. Llegué a la estación del Metro en donde la dejé amarrada por la mañana y sólo encontré la cadena rota en el piso. Aunque notifiqué al personal de vigilancia sobre el robo me dijeron que ellos no se hacen responsables, que a lo mucho me podían mostrar los videos de las cámaras de vigilancia.
Pero antes tenía que ir a levantar mi denuncia al Ministerio Público para que los entregaran, ahí me tardé varias horas en dos entrevistas, en las que narré cómo pasaron las cosas. También me preguntaron si tenía forma de demostrar que la bicicleta era mía… sólo que le pidiera a los reyes magos que, si entre sus curiosidades, tenían la factura que olvidaron dejar con la bicicleta hace varios años cuando amaneció una mañana en la casa, no había manera.
Finalmente el señor policía se sinceró y me dijo, después de emitir un largo “uyyyyy no”, que ese tipo de robos eran considerados de pérdida total, que no me hiciera ilusiones de que apareciera la bicicleta, que iban a pedir los videos de vigilancia, pero “sus cámaras son tan malas que no creo que se vea bien y, en caso de que sí, imagínese para buscarlos y encontrarlos”.
Así que me fui resignado a mi casa, sólo con la cadena rota de la bicicleta y las 6 hojas de mi copia de la denuncia y dejé que los burócratas de la justicia festejaran el cumpleaños que tenían planeado y que no habían podido partir por atender mi queja, incluso hasta me sentí mal por interrumpirlos, creo que por eso no me invitaron una rebanada.
Sólo espero que quien la tenga la use para repartir el pan en la colonia, como Tin Tan en la película ¡Ay amor… cómo me has puesto!