Hace poco estaba pensando en mi mejor amiga, en todo lo que hemos pasado juntas y en lo que no, pero que como nos contamos prácticamente todo, pues aun así nos sabemos las historias de la otra como si hubiéramos estado ahí.
Y luego me pregunté: ¿Por qué somos amigas? Ni siquiera tenemos mucho en común, pero aun así seguimos juntas después de 13 años; incluso después de que la conocí en la secundaria, etapa que no me gustó nada y que terminé muy feliz con la esperanza de no volver a ver a nadie de ahí.
He encontrado personas que llevan casi toda su vida de conocer a sus mejores amigos (porque si, tienen más de uno), yo no tengo la más remota idea de cómo le hacen, y si, debo reconocer que les tengo cierta envidia.
Siempre he tenido problemas para socializar con la gente, ni siquiera sé cómo es que he hecho para tener una vida social decente.
Hace un par de meses me entró mucho la melancolía recordando a mis mejores amigos de la prepa, en ese entonces me juntaba con puros hombres y fueron ellos quienes hicieron de esos tres años la mejor etapa.
Eran los que me hacían recordar lo que mi mamá me decía cuando regresaba llorando de la primaria porque alguna niña ya no me quería hablar: “Ahorita no saben ser amigas. Tus mejores amigos llegarán en la prepa, no te preocupes”, y así pensaba que siempre estarían conmigo.
¿Y ahora? Sólo sigo hablando con dos, y eso de vez en cuando, y ni se diga de vernos. Sin embargo, la amistad si se fortaleció con otras personas que, aunque desde entonces nos llevábamos bien, nunca creí que nuestros caminos se mantuvieran cerca.
A veces me conflictúo un poco porque creo que estoy muy joven para pensar en estas cosas, en los amigos que se han quedado y los que se han ido (que en verdad me han dolido y los extraño mucho), pero conforme pasa el tiempo, me es más complicado conectar con gente nueva.
No sé sobre que platicar, no sé qué preguntarles, a veces ellos me preguntan algo y pienso: ¿y eso que te importa? ¡Te acabo de conocer! Aunque sé que también estoy muy joven para pensar así.
No lo sé, tal vez no sea tan extraña mi melancolía ni mi añoranza, tal vez todos pasamos por ahí cuando cumplimos nuestro primer cuarto de siglo, cuando en unos meses las cosas que no creía que pasarían (o no aún) comienzan a suceder (buenas y no tan buenas), y nos damos cuenta de todo lo que ha cambiado, de las personas que realmente nos quieren, y que así como hay personas que creímos que jamás nos dejarían y al final lo hacen, también notamos que quienes creímos que no eran tan incondicionales al final si lo son.
No lo sé, tal vez sólo es mi desconcierto ante todo lo que ha ido acomodándose como nunca creí y que aún no me cae el veinte de muchas cosas. Creo que sigo procesando que no sólo la gente que nos rodea está creciendo, sino que también uno lo hace, y que pese a todo hay que seguir avanzando y (ahora sí) aprender a ser grande.