Tormenta perfecta para el sector inmobiliario; se atrasan las ventas, se encarecen las obras y se afecta el flujo.
Por Horacio Urbano.*
La industria de la construcción sigue sin detenerse en una caída que inició antes del inicio de la pandemia… Pero que se aceleró a partir del inicio de la misma.
Y esto, que es de por sí una muy mala noticia, se vuelve más grave al incluir en la ecuación los profundos efectos de una inflación que le pega de lleno al costo, tanto de los materiales de construcción, como del dinero que permite financiar las obras.
Y ojo, que a esto hay que agregar el que la desaceleración de la economía y esa misma inflación limitan la posibilidad de generar nuevos empleos y deterioran las capacidades de ahorro y compra de quienes tendrían que ser compradores o inquilinos de los proyectos que se vayan terminando de construir.
Vaya pues, que a la difícil situación que ya vivía la construcción ahora habrá que agregar las nuevas amenazas que reciben las dos vertientes que definen un mercado; oferta y demanda.
Tormenta perfecta
Tormenta perfecta para el sector inmobiliario; se atrasan las ventas, se encarecen las obras y se afecta el flujo.
Porque las ventas se van a retrasar porque la inflación debilitará las capacidades de compra de la población.
Las obras se van a encarecer al compás de las alzas en materiales de construcción, costo del crédito y costos financieros relacionados por mayores tiempos de absorción.
Y esto evidentemente le va a pegar a los flujos… Y le pegará también a la rentabilidad de los proyectos, que ante la imposibilidad de reflejar en sus precios las alzas en costos, porque de hacerlo caería el número de clientes, tendrán que hacerlo en sus márgenes, debilitando así el apetito de inversión en este sector.
Hay que decir que el gobierno ha hecho muy poco al respecto, y que esta industria, al igual que el resto de las que conforman nuestra economía, no han recibido el respaldo de lo que sigue siendo un muy necesario programa de alto impacto encaminado a blindar actividades productivas, brindando apoyos a empresas y protegiendo con ello fuentes de empleo.
¿Y el gobierno?
Hay que decir que los sectores productivos no se sentaron a esperar los apoyos que nunca llegaron, y que por el contrario, cada cual, según sus circunstancias, ha mantenido su operación, y, en lo posible, sus inversiones y puestos de trabajo.
Pero el caso es que la industria de la construcción tendría que recibir un impulso importante si es que se pretenden aprovechar sus capacidades de convertirse en la actividad anticíclica por excelencia que tanta falta hace.
Sobra decir que es poco posible que el gobierno cambie el nuevo modelo de obra pública centralizado que ha caracterizado esta administración.
Tampoco se ve en el horizonte la posibilidad de frenar el paso de los proyectos emblemáticos de este gobierno, buscando con ello espacios para que la iniciativa privada retome, aunque sea en parte, sus niveles de participación en esta industria.
Urgen alianzas
Lo que sí que podría hacerse es sentarse a la mesa con las cadenas de valor de la construcción, el sector inmobiliario y la vivienda, para establecer alianzas y pactos que apoyen en lo posible sus actividades.
El gobierno federal podría ser factor determinante en la recuperación con tan solo asumirse como factor de coordinación institucional entre los tres ordenes de gobierno, en busca de crear condiciones que permitan cumplir sus propios objetivos de carácter económico, social, ambiental y urbano, por la vía del impulso a las actividades de los sectores construcción, inmobiliario y vivienda.
Quizá no estén manos del gobierno federal el evitar el alza en los precios de materiales esenciales como cemento y acero…
Pero lo que seguro si puede hacer, es establecer canales de comunicacion con las cadenas productivas de la construcción, en busca de modelos que permitan limitar estas alzas en el caso de actividades primordiales como puede ser la producción de vivienda social.
Coordinación institucional
Lo que seguro puede hacer es sentarse con las autoridades estatales y municipales en busca de procesos de actualización de programas urbanos a fin de limitar el creciente impacto del costo del suelo…
Y puede también hablar con esos mismos gobiernos y con otras dependencias públicas, en busca de procesos de simplificación administrativa que acaben con los tortuosos procedimientos relacionados con los permisos de construcción, los altos costos de los mismos y los absurdos tiempos implícitos en la obtención de los mismos.
Y claro… También puede meter mano para fortalecer las acciones para combatir la corrupción.
Puede, por supuesto, reconocer que parte muy importante del reto habitacional radica en la debilidad de los ingresos y la naturaleza de los empleos de los grupos de población en que se concentra este reto.
Y puede actuar en consecuencia para implementar nuevos esquemas de créditos y subsidios, encaminados a la atención de los grupos de menores ingresos o que no están al amparo de los grandes fondos de vivienda que operan en nuestro país.
La necesitamos
No es tema menor esta tormenta perfecta que enfrenta el sector inmobiliario; en que se atrasan las ventas, se encarecen las obras y se afecta el flujo.
No es tema menor, porque no se trata solo de la viabilidad de un sector productivo…
Se trata de que este sector genera bienes y servicios fundamentales. Y de que en ese proceso genera actividad económica, orden urbano y activos físicos que tendrían que ayudar en la protección del medio ambiente.
No nos equivoquemos, el muy difícil momento que pasa la industria de la construcción es cosa que nos afecta a todos.
Es simple; es una industria que necesitamos.
*Horacio Urbano
Presidente de Centro Urbano