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San José Acoculco y sus espacios públicos

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Por Jimena Peña Uribe*

Los primeros días fueron difíciles, apenas un par de personas se presentaban. Al principio fue solamente el delegado, con quien hablamos acerca del espacio público. La cancha estaba sin pintar, sin redes de basquetbol, sin portería, encharcada. El kiosko estaba aún en peores condiciones, abandonado y vandalizado.

Mientras el sol primaveral de Hidalgo nos cegaba y humedecía las caras, escuchamos las historias del delegado: decidieron cerrar el kiosko con llaves y cadena, pues gente de otras comunidades se juntaba ahí a vender droga y fumar marihuana al ser el único lugar con sombra en varios metros cuadrados. Me pareció triste verlo abandonado, la gente de la comunidad había decidido que era mejor clausurarlo para no seguir padeciendo la delincuencia, pues hasta el transporte público había desistido en llegar hasta allá. Padres de familia y hermanos tenían que bajar a la comunidad no-marginada más próxima a recoger a sus madres y hermanas para que no corrieran peligro en el camino.

Lentamente fuimos llamando la atención del pueblo. La esposa del delegado y sus hijos estuvieron siempre presentes, hablamos con las maestras de la primaria acerca de pintar el kiosko junto con los niños, preguntamos qué es lo que les gustaría tener en su espacio público y cómo les gustaría aprovecharlo al máximo.

La Fundación Vinte se está haciendo cargo de todo lo relacionado con la obra: va a construir un estacionamiento, están aplanando el terreno y ponen gaviones en zonas de deslaves. Yo, como voluntaria recién graduada de arquitectura, me hice cargo de lo creativo: cómo activar un espacio público con cero presupuesto; en realidad, ellos podrían haberse echo cargo de su espacio, reapropiarlo y activarlo, pero necesitábamos crear comunidad, que todos trabajaran juntos hacia una misma meta.

Después de indagar varias propuestas, decidimos que lo mejor sería construir un parque infantil a base de llantas recicladas. Los materiales serían fáciles de conseguir, económicos, todos proporcionados por la misma comunidad. Para mi, los pasos a seguir estaban muy claros, sin embargo, fue difícil hacerme entender y tomar la responsabilidad de guiar a tantas personas para alcanzar el objetivo establecido.

El inicio fue lento. Pedimos a la comunidad que juntaran todas las llantas que encontraran. El primer día contestaron: “pues preguntamos y nadie tenía llantas…”, pero después de haber juntado 10 llantas todas las personas que fueron sumándose al proyecto afirmaron: “necesitamos más llantas, muchas más.”

Empezamos por pintar las llantas, Fundación Vinte proporcionaría la pintura con la condición de juntar a más gente que nos ayudara. Poco a poco se presentaron más personas, al principio, creo yo, mas por obligación que por gusto, pero todos se quedaron y todos siguieron ayudando aún cuando ya no era necesario. Cada semana trabajamos en lo mismo. Pintar llantas, taladrarlas, atornillarlas, todos juntos bajo la sombra del kiosko que ahora estaba siendo utilizado por personas con voluntad de tejer los hilos que mantienen unidos a una comunidad.

Cada semana los miembros de la comunidad traían más llantas, más material para mobiliario urbano. ¡Finalmente logramos instalar el primer juego! Estuvimos varias horas cavando hoyos bajo el sol. Al ver el resultado, gente de la comunidad que jamás había visto aparecieron emocionados por ver el proyecto. ¿De verdad lograríamos activar el espacio público al grado de ser capaces de eliminar el vandalismo? ¿Con tan solo llantas?

Terminamos tarde y cansados, los niños ya se habían ido y para cuando concluimos solo quedábamos los adultos para probar el juego. Me dio miedo que fuera a ser un fracaso. Por suerte, me tocó ver a la semana siguiente a tres niños correr hacia los juegos a la salida de la escuela. Supe ahí, que mi trabajo en la comunidad había terminado. Ellos habían aprendido el valor de la cooperación y a construir ellos mismos sus espacios, a convivir y cuidarse.

Hoy el kiosko es un espacio sumamente activo. Se dan cursos de estilismo y belleza para las mujeres de la comunidad. Los niños toman clases de baile y manualidades ahí mismo, y ahora, hasta personas de comunidades cercanas –que por cierto son más grandes– manejan a San Jose Acoculco para llevar a sus niños a las diferentes actividades que se ofrecen.

Mientras tanto, la comunidad sigue juntando llantas y construyendo juegos. Habrá gradas hechas de llantas y calculadoras para que los niños de la primaria practiquen sus matemáticas, juegos de balance, un arenero y vida alrededor de la cancha.

“¿Estas segura de querer irte? Si quieres te arrepientes y te quedas con nosotros.” Me dijo el delegado mientras comíamos unos esquites caseros en una mesa hecha de llantas recicladas en el kiosko como despedida. “Fuiste una persona que ha inspirado el cambio, te damos las gracias.” Sus palabras le dieron sentido a mis planes futuros, nunca pensé el cambio que lograríamos.

Cuando iniciamos el proyecto todo parecía lento, desinteresado, pero esto me ha enseñado que hace falta poco para lograr mucho. Perseverancia y creatividad pueden hacer grandes cosas y, ante todo, la buena voluntad y el interés de una comunidad por vivir mejor. Mi trabajo fue poco comparado al de ellos, pero se necesitaba alguien externo que los guiara. Por supuesto, yo aprendí tanto como ellos.

Ahora que me voy a la maestría, lo hago segura de que el mejoramiento de los entornos urbanos es un aspecto crítico para el futuro de las ciudades y me congratulo por haber elegido tomar este enfoque en mi carrera. Siempre recordaré a cada uno de los habitantes de San José Acoculco, quienes eligieron comprometerse y tomar cartas en el asunto para vivir en un entorno más seguro.  Con el gusto que da ayudar, Fundación Vinte cumple una misión extraordinaria y me siento honrada de haber colaborado en este proyecto.


*Jimena Peña Uribe
Estudios de Arquitectura

Jimena es Licenciada en Arquitectura. Le apasiona comprender y analizar la forma en que los seres humanos ocupamos nuestro entorno, la forma en la que éste evoluciona y los pilares que sostienen la vida pública, pero le preocupa la falta de equilibrio con el medio ambiente. A través del urbanismo y la sustentabilidad busca construir un mejor futuro para todos

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