Por: Ernesto Ahedo
Se ha visto a Manuel Tolsá como el representante del fin del arte novohispano y el inicio del arte académico del siglo XIX. Fue considerado como destructor del arte mexicano (barroco), pero después fue retomado como lo más elevado del final del arte novohispano (en especial el Palacio de Minería y la estatua ecuestre de Carlos IV, “el caballito”). Cronológicamente, Manuel Tolsá pertenece a los siglos XVIII y XIX, y en ambos siglos trabajó intensamente. Como español relacionado con la política borbónica, pertenece a la Colonia; como miembro de la academia, participa en el desarrollo artístico del siglo XIX.
En Valencia, Tolsá se formó dentro de los lineamientos de su maestro José Puchol Rubio (1743-1797), primer escultor aprobado por la Academia de San Carlos de Valencia. Tanto la tradición de los pintores y escultores de origen barroco, como la de los arquitectos que buscaron la claridad y sencillez de la arquitectura en los tratadistas del pasado, constituyeron la herencia formal del lenguaje artístico de Manuel Tolsá.
Hacia 1780 Tolsá decidió trasladarse a Madrid, donde estudió pintura, escultura y arquitectura y aprendió la doctrina clásica. Antes de entrar a la Academia de San Fernando, fue discípulo del escultor Juan Pascual Mena, maestro también de José Puchol. En 1789 se le otorgó el título de Académico de Mérito. El 16 de Septiembre de 1790 obtuvo el nombramiento de Académico Director de Escultura de la Academia de San Carlos de México, año en que la Academia sumaba nueve años desde su fundación por el virrey Martín de Mayorga, en el edificio que había ocupado el Hospital Real del Amor de Dios. Tolsá llegó a México en 1791.
En 1792 se le encargó esculpir unas estatuas para la Catedral de laciudad de México, que el arquitecto José Damián Ortiz de Castro terminaría en poco tiempo, pero a raíz de su muerte, Tolsá fue nombrado director de las obras de conclusión. Ahí recurrió a la decoración, a los elementos ornamentales para generar una nueva organización arquitectónica, fundamentado en la apreciación visual y no en un cambio sustancial de los espacios. Transformó la cúpula que le pareció baja y sin escala con relación a las torres, con una linternilla desproporcionada en relación con la cúpula, pero en escala con las torres y el conjunto del templo. Unificó las fachadas, torres y contrafuertes con balaustradas. La obra finalizó en 1813.
A raíz de la dudosa administración del virrey Marqués de Branciforte, los rumores sobre su reprochable conducta llegaron a España. Antes de que el rey le pidiera cuentas, pensó en la mejor forma de halagarlo, ofreciéndole levantarle un monumento ecuestre en la Plaza Mayor, recibiendo el sí de Carlos IV de inmediato. El arquitecto Antonio González Velázquez hizo el proyecto de la plaza elíptica donde iría colocada la estatua. El monumento ecuestre de Carlos IV representa el inicio de la escultura de carácter civil, aunque monárquico.
Debido a las pérdidas en el campo de la minería, en 1776 se fundó el Tribunal de Minería. Del nuevo código publicado en 1783 surgió la necesidad de crear una escuela técnica. En 1797 el tribunal decidió levantar el edificio que albergaría el nuevo colegio, contratando a Manuel Tolsá, quien entregó los planos definitivos un año después. El edificio es clásico en sus elementos decorativos (órdenes clásicos, almohadillados de piedra, frontón triangular en la portada principal) sin embargo, la composición de la fachada principal, en sentido vertical, mantiene tres cuerpos que siguen en tradición colonial de una planta baja, entresuelo y piso noble. A un espíritu también barroco, remiten la fluidez y transparencia del espacio que se logra en el cuerpo de la escalera y los corredores de la planta alta.
La segunda Marquesa de Selva Nevada, cuidando a su hijo José que no tenía derecho alguno sobre los bienes del mayorazgo, solicitó el título de Conde de Buenavista y lo compró para que su hijo también gozara de la condición de noble. Mandó que le construyeran un palacio en las afueras de la ciudad sobre la Ribera de San Cosme. Le pidió a Manuel Tolsá, que ya había trabajado para la familia, que proyectara la casa. La casa recibió distintos nombres que la gente le adjudicó de acuerdo con los de sus habitantes: Casa del Conde o Marqués de Buenavista, Casa de Pinillos (apellido de casada de la marquesa) o casa de Pérez Gálvez. Tolsá utilizó la línea curva, en planta (en el patio) y en fachada (que está remetida y curvada).
Se desconoce la fecha exacta en la que don Francisco Fagoaga, Marqués del Apartado, encargó a Tolsá la edificación de su casa. El lenguaje arquitectónico muestra una vez más su conocimiento de Vignola y de Luigi Vanvitelli (1700-1773, autor del Palacio de Caserta, mandado a hacer por Carlos III de España).
A Manuel Tolsá le fueron solicitados por autoridades civiles o por diversas Cofradías y congregaciones, altares clasicistas, a tono con la moda de la época, destruyendo obras de estilo barroco; no obstante, en santo Domingo su barroquismo es evidente en el juego de volúmenes que entran y salen y la ornamentación en columnas y, sobre todo, en los entablamentos y fondos de las figuras esculpidas.
Cuando Manuel Tolsá fue contratado por el obispo de Guadalajara, Juan Cruz Ruiz de Cabañas, para proyectar el Hospicio para la ciudad de Guadalajara, su lenguaje arquitectónico había empezado a modificarse. En 1804 se empezó a construir de acuerdo con el proyecto de Tolsá, bajo la dirección de Pedro Gutiérrez. Se concluyó hasta 1845, bajo la supervisión del arquitecto Manuel Gómez. Los exteriores muestran un gusto por la simplificación de elementos y por el rescate de una estructura que muestra con claridad los componentes soportantes, que a su vez constituyen el adorno del edificio.
El virrey José de Iturrigaray encargó un proyecto de cementerio a Tolsá, que entregó el 2 de mayo de 1808, al que nombró “modelo de planos para la construcción de cementerios a extramuros de las poblaciones”, pero no se construyó. El lenguaje que utiliza Tolsá apunta en la dirección de una arquitectura clásica de corte renacentista no vista antes en sus proyectos. En el Hospicio y proyecto de cementerio, Tolsá empezaba el recorrido de un nuevo camino por el que se alejaba del barroco clásico para acercarse al lenguaje clásico del renacimiento.
La práctica arquitectónica de Tolsá es una mezcla de elementos arquitectónicos y decorativos de la arquitectura italiana de los siglos XVI y XVII: recreaciones renacentistas, manieristas y barrocas, iluminadas por los órdenes clásicos y todo el conjunto teñido por sus presencias valencianas.
Manuel Tolsá no es un artista neoclásico, tampoco barroco hispano, es un hombre sensible que absorbió la tradición clásica a través de los ojos de los barrocos italianos.
Actualmente se lamenta la pérdida de los retablos barrocos, pero no es claro por qué lo churrigueresco se considera lo verdaderamente mexicano y no lo clasicista. Ambos pueden parecer tan ajenos, o bien tan mexicanos.
Ernesto Ahedo
Estudiante de Arquitectura en la Factultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de México y realiza su Servicio Social con FUNDARQMX.
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