Las instalaciones del Burning Man desaparecen al cierre del festival, por lo que cada una está pensada para leerse, sentirla y dejarla ir
Cada año, el desierto de Black Rock, en Nevada, Estados Unidos, se convierte en algo más que paisaje árido: Black Rock City, una metrópoli temporal donde el arte, la arquitectura y la participación comunitaria se entrelazan mediante el festival Burning Man.
En 2025, el Burning Man presentó ocho intervenciones que van más allá del espectáculo visual: son construcciones que invitan a la reflexión, al diálogo y al encuentro colectivo.
Las instalaciones de este año exploraron temas como la memoria, la conectividad, la ecología y la impermanencia. Algunas son espacios íntimos, otras monumentales, pero todas respondieron al reto de habitar un entorno inhóspito, donde el viento, el calor y la temporalidad son tan protagonistas como la propia obra.
Por ejemplo, el Temple of the Deep, obra de Miguel Arraiz, se inspiró en las formaciones naturales del desierto, y fusionó formas orgánicas semejantes a cuevas con estructuras geométricas. Su estética remitió al barroco y su simbología evocó dolor, pérdida y recuperación.
Otras piezas mezclaron lo digital y lo tradicional, lo escultórico y lo arquitectónico. Un pabellón inspirado en las ferias mundiales del siglo XIX convive con instalaciones que usan madera, luz, sonido y espacio como materia prima para generar encuentros inesperados entre quienes lo habitan por breve tiempo.
No obstante, las obras del Burning Man desaparecen al cierre del festival, lo que refuerza su valor simbólico: cada instalación está pensada para leerse, sentirla y dejarla ir.
El arte efímero del Burning Man 2025
En total, las ocho intervenciones fueron:
- Temple of the Deep– Miguel Arraiz
- The World Fair of Unity– Mark Kidnetick Rivera
- An Event Horizon– Andrey Sledkov
- VERTICA– Clayton Blake
- Black Cloud– Ukrainians ART Group
- The Point of Unity– Mykola Kabluka
- The Moonlight Library -The Moonlight Collective
- Ad Astra– Gabriel Sobin









