La permanencia, fuerza y presencia del Instituto a lo largo de 78 años se debe a la vocación férrea de generaciones de antropólogos, arqueólogos e historiadores
El 3 de febrero de 1939 se creó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), una institución tan particularmente mexicana en la más amplia acepción del término.
La permanencia, fuerza y presencia del Instituto a lo largo de 78 años, se debe a la vocación férrea de generaciones de antropólogos, arqueólogos e historiadores que han arrojado luces paulatinas sobre nuestras sociedades pasadas, pueblos indígenas y lenguas, entre otros muchos aspectos de su patrimonio cultural.
Todos y cada uno de ellos, hombres y mujeres, le han dado y siguen brindando forma y contenido a un decreto presidencial mediante el cual se creó el INAH bajo el mandato de Lázaro Cárdenas.
El INAH, como expresa su director general, el antropólogo Diego Prieto Hernández, es uno de los organismos federales con mayor presencia nacional a través de sus delegaciones estatales, y goza también de un prestigio único en el extranjero.
En este año, dicha presencia internacional se verá reforzada con magnas muestras, de las que cabe destacar Teotihuacan: city of water, city of fire, que se presentará en recintos de Estados Unidos, como los museos de Bellas Artes, en San Francisco, y de Arte, en el condado de Los Ángeles, ambos en California; pero que también llegará en 2018 a la frontera de nuestro país en el Centro Cultural Tijuana.
Bajo custodia del INAH y dispersos por la República, se encuentran 121 museos: cinco de ellos de rango nacional (de Antropología, de Historia, de las Culturas, del Virreinato y de las Intervenciones), regionales, metropolitanos, de sitio y los custodiados por comunidades. La infraestructura cultural del INAH cuenta además con 189 zonas arqueológicas abiertas al público, siendo las de Tehuacán y Teteles de Santo Nombre, en el estado de Puebla, las de reciente apertura.
Antes de que concluya la presente administración, podrían abrirse otro par de zonas arqueológicas. Una de ellas es Cerro del Teúl, al sur de Zacatecas, donde los trabajos arqueológicos han demostrado que sus antiguos habitantes se establecieron ahí por lo menos desde el año 200 antes de nuestra era, y que se mantuvo ocupado hasta el siglo XVI cuando los conquistadores españoles destruyeron el que era entonces un importante centro ceremonial de los caxcanes.
Otra que se prevé abrir es Rincón Colorado, en el desierto coahuilense, el primer sitio paleontológico habilitado para la visita pública. Se trata de uno de los yacimientos en México donde se han hallado grandes concentraciones de restos de dinosaurios del periodo Cretácico Tardío (aproximadamente 72 millones de años), entre los que se han podido identificar hadrosaurios (dinosaurio bípedo) y ceratópsidos (con cuerno). Asimismo, se descubrieron restos de la especie pico de pato (Velafrons coahuilensis), que hasta el momento no se ha encontrado en otra región del mundo.
El interés por los museos y zonas arqueológicas no merma. De acuerdo con el director general del INAH, tan sólo en lo que va de la temporada invernal —con corte al 8 de enero—, 2.5 millones de personas acudieron a estos espacios, lo que representó un aumento de 800 mil visitantes más respecto al mismo periodo de finales de 2015 e inicios de 2016. Las cifras por sí mismas avalan la vigencia de una institución que tiene por tareas proteger, preservar, investigar y difundir el legado cultural de México.
Al cumplir 78 años de su creación, este 3 de febrero, el INAH es una institución “con visión de futuro”, ha declarado la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda, y esa proyección del porvenir sobre sus raíces más profundas, parte de otorgar conocimiento a las nuevas generaciones de mexicanos: “El Instituto Nacional de Antropología e Historia es una institución que nos da identidad, que es origen y destino”.
Por su parte, el maestro de generaciones, el antropólogo Miguel León-Portilla, expresa que el INAH “tiene una misión importantísima” y muy amplia, desde la conservación de su red de museos, sitios arqueológicos y monumentos históricos, a la labor científica que se desarrolla en sus escuelas de Antropología e Historia, y de Conservación, Restauración y Museografía, establecidas en la Ciudad de México, en Chihuahua y en Guadalajara.
“Tiene una misión inmensa, y no sólo hay docencia mediante sus escuelas, sino que el INAH lleva a cabo una labor formativa de primer orden a través de los niños que acuden a sus museos en recorridos escolares. El INAH es de irradiación nacional, de una irradiación gigantesca, es una institución clave para el ser de México”, manifestó el investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México.
En palabras del antropólogo Diego Prieto, en esta etapa el INAH debe voltear a sus orígenes, a ver la antropología desde una visión más amplia como la concibió uno de sus forjadores, Manuel Gamio. Los proyectos que de ella emanen deben tratar de inscribirse en programas de carácter integral, algo que la institución ya ha probado con buenos resultados, y citó como ejemplo la iniciativa Etnografía de las Regiones Indígenas de México en el Nuevo Milenio, que surgió en 1999.
El INAH —concluyó— “sigue trabajando y obteniendo resultados favorables para el desarrollo de una política que contribuya a fortalecer la identidad, el reconocimiento de la diversidad y la riqueza cultural de nuestro país”.