El proyecto Campanario, diseñado por T O –Carlos Facio Gaxiola, José G Amozurrutia–, muestra un trabajo que aspira a lograr la belleza a través de la simplicidad, de la contundente síntesis y de una sugestiva abstracción
Se ha dado a conocer la propuesta ganadora para el Pabellón Eco 2018, concurso organizado por el Museo Experimental el Eco y Buró—Buró que busca impulsar la práctica arquitectónica del país, a partir de invitar a arquitectos a dialogar constructivamente con la arquitectura creada por Mathias Goeritz en 1953.
Se trata del proyecto Campanario, diseñado por T O –Carlos Facio Gaxiola, José G Amozurrutia–, que muestra un trabajo que, de acuerdo con el equipo a cargo, aspira a lograr la belleza a través de la simplicidad, de la contundente síntesis y de una sugestiva abstracción.
De esta manera, partiendo de un acercamiento al interior de las Torres de Satélite, cuya potente belleza se debe en parte al descubrimiento de su lógica constructiva, el pabellón es una reflexión que nace de ese pensamiento, un plano hecho de platos de cobre que, desde arriba, se aprecia como una superficie limpia y reflejante, como un eco del piso de cuarterones de barro.
Además, desde abajo otorga una nueva manera de habitar el patio, dejando al desnudo la tectónica que le permite soportarse, mientras se construye una nueva atmósfera de sombras, reflejos y sonidos cambiantes. El museo aloja durante tres meses un campanario.
En cuanto al sistema constructivo, se busca que el proceso sea totalmente legible, ya que se trata de conocerlo y mostrarlo desde su origen, . Las varillas se doblan y arman un sistema estructural estable, que permite el movimiento y admite el temblor, mientras que el sonido pasa a formar parte destacada de la propuesta, en donde el contacto uno a uno con la varilla permite activar la colisión de los platos para generar sonido.
El proyecto crea un plano que parte del elemento horizontal de la cruz del ventanal y termina a una altura de 1.95, confinando al visitante, para luego liberarlo en un área abierta y flexible, desde la que se redescubre la solemnidad y la escala original del espacio, con la inclusión de este nuevo plano reflejante. Un bosque sonoro que provoca una nueva ocupación del espacio que desde el exterior se percibe como una serie de reflejos sobre las negras paredes del eco.
El Pabellón es 100% reutilizable, las varillas irán a la reconstrucción y los platos, realizados en cobre, se podrán regalar, vender o subastar. La forma del plato es diseñada para permitir sonidos y resonancias, ecos de una arquitectura silenciosa, mismas que aparecen en el espacio diseñado por Mathias Goeritz, desde el nombre hasta elementos como las estelas.
El Pabellón Eco propicia una intervención arquitectónica en el patio del museo y amplía la programación del lugar a partir de una agenda de encuentros artísticos derivados de su edificación, además de constituir las bases del espacio de reflexión universitario bianual.
En esta emisión el certamen reformula sus puntos de partida para seguir contribuyendo al análisis, el cuestionamiento, la práctica y la experimentación del quehacer arquitectónico de la escena local, basado en un eje conceptual definido como arquitectura pura.