Los temblores provocan diversas reacciones entre las personas, hay quienes lo toman con mucha calma y otras sienten que es el fin del mundo, pero cuando el miedo se hace colectivo la desesperación es el verdadero peligro
Esta Semana Santa tuve la oportunidad de regresar al puerto de Lázaro Cárdenas con mi novio y su familia, esperábamos poder disfrutar más el lugar, pues la última vez el huracán nos jugó una mala pasada (1).
Para comenzar decidimos realizar la clásica gira por los bares, como hay que respetar las reglas del lugar para no vernos como típicos chilangos, aplicamos la de no pedir cócteles sino puras megas (caguamas) o cervezas de tamaño normal, pero cuidadito con terminarte hasta la última gota, pues no es bien visto -al menos tienes que dejar las “babas” que según dicen, son los últimos dos tragos, más o menos. Otra de las reglas es visitar al menos tres bares en una noche, así que ya se imaginarán como termina uno de contento y hasta los que no hablan se enfiestan.
Lázaro Cárdenas tiene su playa pero es mar abierto, así que para evitar correr el riesgo de nadar junto a un tiburón, el viernes decidimos visitar Ixtapa, que se encuentra a menos de una hora y ahí vamos todos tempranito, sólo hicimos una escala para surtirnos de refrescos y las botanas -que nunca pueden faltar- y cuando al fin llegamos a Playa Linda y estábamos a punto de estacionar la camioneta en la que viajábamos…
Una parvada salió literalmente volando despavorida, enseguida, de los pasillos del mercadito de artesanías un perro corrió con todo y cadena; detrás de él decenas de turistas, uno que otro grito, no sabíamos qué pasaba, en ese instante te imaginas de todo: balazos, una pelea, un dinosaurio japonés(2), pero las dudas se aclararon cuando sentimos como la camioneta comenzó a sacudirse de arriba a abajo bastante fuerte y eso que los amortiguadores impidieron que sintiéramos realmente la magnitud.
Pese al fuerte temblor de 7.2 grados decidimos seguir con los planes y aventurarnos a la Isla de Ixtapa, exactamente a Playa Cuachalalate, donde después de ordenar el desayuno y recibir otra sacudida por la réplica, nos metimos a refrescarnos un rato al “tranquilo” mar, algunas olitas llegaban bastantes heladas, no le dimos importancia. Cuando el mesero comenzó a llevar los platillos a la mesa supimos que era el momento de salir, pero una lancha de la Marina apresuró nuestro andar, el hombre a bordo indicó que por seguridad teníamos que evacuar la Isla.
Fue en cuestión de segundos que el caos se apoderó de los bañistas quienes salían corriendo, mejor dicho nadando, hacia tierra firme; las familias, incluyendo la mía (aunque sea política) comenzaron a recoger sus cosas, otros decían a sus hijos que dejaran todo para salvar su vida (claro que más tarde los reproches de abandonar el celular carísimo salieron a relucir); los rumores de que venía una ola de 30 metros comenzaron a circular, al igual que el de un tsunami, los mismos meseros recomendaban salir rápido de ahí y es que a ladito está Playa Sacrificio, no fuera hacer la de malas e hiciera honor a su nombre.
En el muelle, una fila enorme de personas esperaban poder subir a una de las lanchas que los regresaría a arena firme: ¡Mujeres y niños primero!, decían algunos; otros simplemente lloraban o rezaban; mientras mi novio y yo seguíamos recogiendo nuestras cosas y viendo con cara de tristeza el plato con chilaquiles calientitos que se quedaron intactos.
Fuimos de los últimos de la familia en abordar una embarcación y tras llegar a tierra firme el caos continuaba, un señor que vendía piñas coladas (y probablemente se tomó muchas) había dicho a las primas de mi novio que corrieran al cerro porque la ola de 35 metros (sí, cada vez era más grande) iba a llegar, otros también comentaban que los de la Marina no querían espantarnos pero que sí venía un tsunami, creo que esas personas nada más se divertían con el sufrimiento de los demás; la versión semi oficial fue que la marea subiría mucho y que después no habría forma de sacarnos de la Isla debido a que las lanchas no podrán acercarse al muelle.
Minutos después todos nos subimos a la camioneta y regresamos a Lázaro, con una nueva aventura para contar -yo en este blog- pues ya una vez relajados todo fue risa por la manera de actuar de cada uno en situación de emergencia; mi cuñado dice que estamos salados, pues cada que lo visitamos nos pasa algo y esta vez el coraje de haber perdido la oportunidad de pasar un gran día en ese lindo lugar se nos quedó a todos.
Al final, los más afectados fueron los comerciantes -porque el viernes Santo era uno de los que más derrama económica genera por la llegada de turistas- y los habitantes de las zonas aledañas. Después supimos que el epicentro fue ahí en Guerrero, y en algunos municipios resultaron dañadas varias viviendas cuyos moradores fueron reubicados; por fortuna, ninguna víctima que lamentar.
1. Ver mi blog http://centrourbano.com/un-camino-tormentoso/
2. El de la broma http://www.youtube.com/watch?v=R3MKomHLYF4