Sí, a la turbulencia económica habrá que sumar los efectos del gasolinazo… Sí, esto seguramente repercutirá en alzas en precios de algunos de los principales insumos de la vivienda… y sí, habrá alzas –aunque no significativas- en tasas de créditos hipotecarios…
Y claro, hay incertidumbre, en algunos casos justificada y en otros no, por la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos…
Todo esto es cierto y todo esto seguramente creará un entorno difícil para el sector vivienda en este flamante 2017.
Los vivienderos parten de la base de que su industria creció en el 2016, y de que a pesar de la anunciada reducción al programa de subsidio a la vivienda, todo apunta a que este año se mantendrá la tendencia de crecimiento en la actividad crediticia hipotecaria de organismos públicos y privados, incluyendo el financiamiento a la producción.
Pero, dejando atrás el lloriqueo por el subsidio ¿Dónde están los retos para esta actividad? Sin duda en los costos de suelo originados por deficiencias regulatorias y en la corrupción.
Sí, la vivienda no depende de que Trump cambié súbitamente de estrategia, ni del precio del dólar o el gasolinazo, ni de los incrementos al precio del cemento o el acero… Depende de la actualización de los marcos regulatorios -fundamentalmente de uso de suelo-, y de que se frene la voraz corrupción que impera en municipios y delegaciones.
Es simple, el costo de permisos y corrupción llega a representar hasta 20% del precio de venta de una vivienda… Y esto no tiene nada que ver con Trump, o con el dólar, o con el gasolinazo…
¿Y si se asume como prioridad arreglar esos pendientillos en lugar de hacer cadenas de oración buscando arreglar lo que no depende de nosotros?
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