En los pasillos de la clínica, los cientos de pacientes que acuden con la esperanza de recibir un alivio a su dolor físico muestran un aspecto decaído, no sé si por la enfermedad en sí, o por saber que al enfrentarse a las enfermeras, secretarias o doctores del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) serán juzgados, regañados o mal atendidos.
La mala atención que algunos trabajadores del IMSS han tenido con la derechohabiencia se ha convertido en una especie de etiqueta al servicio de este organismo de seguridad social. Y al parecer, después de años de servicio, el señalamiento se mantiene.
Es injusto englobar a todo el personal del IMSS en el estereotipo del maltrato hacia la derechohabiencia, pues, diría yo, buena parte de los trabajadores del Instituto no contestan con malos modos a las cuestiones de los pacientes. Lo triste es que, a pesar de que ha pasado tiempo de haberse identificado el problema, este se mantiene, como si fuera un mal endémico de la institución.
Cabría decir que la percepción de esta mala atención ha mejorado. Ahora gente que he tenido la oportunidad de consultar dice “que siguen tratando mal, pero ya no tan mal como antes”.
Hace un par de semanas, el que escribe estas líneas tuvo la necesidad de acudir a una clínica del IMSS para tratar un esguince en la rodilla derecha. De inmediato la actitud inquisidora del personal se hizo presente, cuestionando en un tono nada amigable por qué acudía hasta el día martes a la clínica si el percance donde sucedió la lesión había sido el lunes, como advirtiendo que eso es motivo de negar la atención.
Si bien no hubo malos gestos durante el tiempo que tuve que estar en la clínica, las actitudes para responder es lo cuestionable, pues la amabilidad, la atención, el humanismo que deberían mostrar al tratar a personas con males corporales, no se dio.
En fin, que el reto para este Instituto seguirá siendo el mismo de hace por lo menos 15 años: mejorar las actitudes con la que atienden a la derechohabiencia .