“En la vida hay algo peor que el fracaso: el no haber intentado nada”.
Franklin D. Roosevelt
Hace unos días tuve una amenísima plática con la periodista Anabel Clemente Trejo, quién fue una de las líderes que estuvo detrás de los reconocimientos internacionales de diseño que ganó la sección de Suplementos de La Razón, y que ahora está a cargo del interesante proyecto multidisciplinario www.deambulario.com y reflexionábamos sobre el eterno intento de escribir y lograr la publicación de nuestras novelas, cuentos, poemas o ensayos.
http://deambulario.com/quienes-somos/
Había una vez, hace mucho tiempo, cuando estudié en la Escuela de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem) solíamos asombrarnos con el expertise de gente muy chipocluda en guionismo, cine, periodismo, poesía y dramaturgia mexicana. ¡No era cosa menor que José María Fernández Unsaín nos hablara de cómo se concibe y filma una película (¡Como “La nave de los moustros”! de 1960), o escuchar teoría dramática del eros contra tánatos con el maestro Hugo Argüelles, o divertirse con las disertaciones literarias de Eduardo Casar, o acercarse a pedir un consejo al maestro del periodismo, don Vicente Leñero.
Ahí conocí a poetas excelsos, como Eduardo Añorve Zapata y a actrices dramáticas netas, como Diana Golden, quiénes nos esforzábamos mucho por comprender los secretos de cómo ser escritor y no morir en el intento. Convivimos con decenas de talentos, jóvenes portentos que escribían con talento, profundidad y emotividad.
En la singular escuela, nuestros textos eran pasados a través del filtro de la experiencia de estos notables maestros que enderezaban nuestros engendros con su prosapia, y nos decían que debía escribirse, qué no, y cómo estructurar la fuerza de nuestra pluma. Fue una toda una experiencia y toda una bohemia que aún guardo en mi corazón.
Han pasado los años.
Ahora, gracias a Dios, a mi sonrisita bonita -Lilly-, a las palabras de aliento de mi familia, tengo un libro impreso.
Y verás: tiene algunos defectillos -como la mayoría de los libros- pero sé que estos relatos tienen una línea dramática fuerte y que sé también, arrancarán alguna reflexión en los lectores.
Este, para mí, es un primer paso para lo que me he propuesto.
Reflexionaba también con Anabel sobre todos los Juanes Rulfos, los Alfonsos Reyes, los Octavios Paz desconocidos que se dejaron caer o ya no siguieron porque, ninguneados por alguna editorial encumbrada, tiraron la toalla.
Ahora, veo el libro y sé que necesito la ayuda de mucha gente, de diseñadores, de correctores, de amigos, de algún consejo propositivo, para construir el siguiente proyecto; pero ahí va la barca. Mi incipiente barca. Lo afirmo tratando de poner las cosas en la perspectiva correcta y en cada situación.
Y este paso, estoy seguro, me abrirá camino hacia adelante. Pienso que es un gran paso para vencer en mi vida esa eterna batalla con los miedos, con las inseguridades e incertidumbres; con la nada.
Ahora, varios argumentos me asaltan la mente como un policía de tránsito dispuesto a levantar infracción, para ver en qué fallé o en qué estoy mal, para levantarme la correspondiente multa.
A veces me sumerjo con un sinnúmero de “quizá”.
Pero volviendo al tema del fracaso, estamos preparando, junto con un grupo de amigos, psicólogos y coaches, un taller sobre el fracaso y lo que ello implica para ir hacia el largo camino de nuestros sueños. Y es que mucha gente confunde fracaso con no intentar nada. Y es que el fracaso implica haber realizado algún tipo de esfuerzo previo; algún movimiento.
Decía uno de mis cuates que “No hay peor Lucha… que Lucha Villa”, je. Y es cierto.
PD. El título de mi libro se llama «Danzón dedicado a los perseguidores» y es de relatos policíacos que te van a incomodar un poco. Es de la Editorial Alebrijez. Consíguelo aquí