Toca dejar atrás el inmenso error de satanizar la inversión inmobiliaria, y entender que ciudades y viviendas son un activo social… Pero un activo social que tiene una profunda necesidad de activos físicos, cuya producción y acceso dependen de activos económicos
Por Horacio Urbano
A ver… Son muchos los factores que definen los grados de eficiencia y competitividad de una ciudad.
Tienen que ver muchos temas relacionados con la transformación que ha experimentado a lo largo del tiempo, y estos a su vez tienen que ver con condiciones geográficas, históricas, económicas, políticas y culturales.
Pero también tienen que ver con el ahora y con la historia muy reciente, reflejadas en sus gobiernos, y en las políticas públicas y acciones de gobierno que han marcado, y marcan, la transformación urbana.
Pero las ciudades son mucho mas que solo trazas o infraestructuras urbanas…
Son más que lo que hagan o dejen de hacer sus gobiernos.
Son su gente, sus dinámicas cotidianas y los espacios en que las desarrollan.
Y claro, ello implica lo público… Pero también lo privado.
Lo público, como las plataformas de gobierno y sus correspondientes acciones de planeación, regulación e inversión…
Lo privado, que al final de cuentas, es lo que termina por definir todo… Que va desde lo que hace cada persona o familia, y que tiene que ver con la creación y transformación de los espacios en que viven, estudian o trabajan…
Porque sí, sigue siendo la “constructora pueblo” el mayor transformador urbano…
Pero que se complementa cuando ese hacer privado sube de nivel y se relaciona con procesos de mayor impacto, que es donde se hace evidente la participación de la industria inmobiliaria, que tiene que ver con la planeación, inversión, financiamiento, ejecución y administración, de los activos físicos que toda sociedad requiere para desarrollarse.
Porque pues sí, para que una ciudad haga valer su vocación se requieren activos inmobiliarios que respondan a las necesidades de los sectores productivos, de la sociedad, e incluso, del gobierno.
Una ciudad no es nada si pretende ser un polo de desarrollo económico y no se ocupa de crear condiciones que permitan que se construyan los parques industriales, centros logísticos y complejos de oficinas, que ello requiere.
Una ciudad no es viable, si no se generan las viviendas que sus habitantes necesitan, o los espacios necesarios para la recreación, el estudio, el comercio o la salud.
Y todo ello requiere inversión… Inversión inmobiliaria generada por inversionistas de todos tipos y tamaños, lo mismo el gran fondo internacional que invierte en desarrollar o financiar un gran proyecto inmobiliario, que esos pequeños inversionistas que compran las viviendas que después serán puestas en renta para atender las necesidades de una demanda cada vez más diversa y compleja.
Y por ello es mala idea satanizar a esos grandes o pequeños inversionistas… Porque sin ellos, las ciudades verían deteriorados sus niveles de competitividad social y económica.
¿Qué pasaría con quienes buscan rentar una vivienda si no hubiera quienes previamente la compraran para alimentar una oferta de vivienda en renta del tamaño y características que la demanda requiere?
Satanizar la inversión inmobiliaria es darle un balazo a la posibilidad de alcanzar los objetivos que pudiera tener cualquier buen proyecto de país y de ciudad.
Y es que si nos dejamos de rollos… Ya si la cosa es hablar de futuros urbanos, el gran objetivo común tendría que ser tener claro qué país queremos tener, y qué papel tendrían que jugar en ello sus ciudades, para a partir de esa sencilla premisa, crear contextos que permitan llegar a esa meta.
Es simple… Y por ahí tendríamos que empezar al momento de plantear políticas urbanas, recorriendo en el proceso el largo y sinuoso camino que va de lo nacional, a lo local.
Digo, porque si la pregunta es qué país queremos tener de cara al futuro, no basta con decir que la meta es que se ubique entre las 10 economías más fuertes del mundo.
Nop… No es suficiente, porque asumir una meta de esa dimensión tendría que implicar asumir también un complejo sistema de metas que permitan que la construcción de ese idílico futuro responda a un complejo sistema de objetivos vinculados y complementarios.
Porque a ver… ¿Sera que lo que queremos es que México sea la octava, séptima, sexta o quinta economia del mundo?
Yo diría que sí, pero siempre y cuando ello provoque estar en los mismos lugares en clasificaciones relacionadas con el armónico desarrollo de su gente.
O más aun, privilegiando el desarrollo humano para que sea su fortalecimiento lo que detone el éxito en cualquier otro indicador.
Que sea el desarrollo humano la oportunidad para que se fortalezca el desarrollo económico…
Porque suena a todo dar eso de ser una de las diez mayores economías del mundo… Pero siempre y cuando ello implique que nuestros sistemas de salud, educación, seguridad y alimentación, se ubiquen en esas o aun mejores posiciones.
Siempre y cuando podamos presumir que nuestras ciudades se encuentran entre las mejores del mundo en materia de calidad de vida, competitividad económica, conectividad y protección del medio ambiente.
Siempre y cuando la eficiencia de nuestros sistemas regional y urbano se encuentre entre los mejores del mundo, considerando factores fácilmente medibles como planeación, regulación, inversiones en todo tipo de infraestructuras y activos inmobiliarios, y políticas de vivienda.
No hay que perder de vista que un objetivo de gran visión implica detonar un sistema de acciones de muy diversas índoles.
Implica alcanzar acuerdos y sumar voluntades y fortalezas, para que un proyecto de país y los proyectos regionales y urbanos que ellos impliquen, se puedan alcanzar a partir de la suma de capacidades de sociedad, sector privado y gobiernos.
Y sí. Hay que reconocer objetivos… Pero también roles… Porque si bien toca a los gobiernos la responsabilidad de formular e implementar esos proyectos, toca a los sectores productivos, y a las diferentes escalas de inversión privada, generar los activos inmobiliarios que den plena viabilidad a la competitividad social o económica que pretenda tener el país, una región, o una ciudad.
Toca dejar atrás el inmenso error de satanizar la inversión inmobiliaria, sea del pequeño o el gran inversionista… Toca entender que sí, ciudades y viviendas son un activo social… Pero un activo social que tiene una profunda necesidad de activos físicos, cuya producción y acceso, dependen de activos económicos.
El reto está en encontrar equilibrios y conciliar objetivos y voluntades, para que esos activos sociales interactúen con los activos económicos en la forma en que mejor servicio presten a las personas.
Satanizar la inversión es cancelar lo que no se entiende y no se sabe aprovechar.
Satanizar la inversión es demagogia… Es absurdo… Y es peligroso.
Regresa Think Tank Inmobiliario
¡Estamos buscando innovadores!
En los próximos meses tendremos el segundo capítulo del Think Tank Inmobiliario que hemos desarrollado como parte de la plataforma de Liga Inmobiliaria y que tiene como objetivo identificar y promover ideas que puedan transformar el sector.
La intención es identificar estas ideas y ponerlas en contacto con los líderes del sector para que ello pueda traducirse en nuevas oportunidades para fortalecer estos proyectos.
Buscamos innovación en temas como sustentabilidad, proptech/fintech y construcción.
Atentos, está abierta la convocatoria para quienes quieran presentar sus proyectos en el segundo capítulo de este ejercicio.
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Dejo aquí la liga para que descarguen la Edición Especial de la revista Vivienda, que tiene como tema central la crónica dela primera edición de Liga Inmobiliaria y Think Tank









