POR JORGE GAMBOA DE BUEN*
¿Qué podrían tener en común Ciudad Juárez, Chihuahua; y Cancún, Quintana Roo?
La respuesta sería que muy poco. Ambas ciudades presentan un fenómeno urbano que nadie previó hace unos años. Un acelerado crecimiento económico: industrial en Juárez y turístico en Cancún.
Juárez lleva muchos años albergando maquiladoras e industrias y Cancún fue fundado como un polo turístico que no ha dejado de crecer. Pero en los últimos tiempos ambas ciudades presentan cambios cualitativos y cuantitativos que reflejan las complejas dinámicas del libre mercado y de la geopolítica.
Una combinación de circunstancias, que hasta ahora se han acomodado correctamente, está propiciando este desarrollo. La epidemia del Covid-19, los estímulos a familias y empresas en Estados Unidos, la guerra en Ucrania, el conflicto con China y la disrupción de las cadenas de distribución y de la operación de aerolíneas explican el fenómeno.
En primer lugar la vaticinada recesión en Estados Unidos no se ha materializado. Además los apoyos del gobierno en efectivo aunados al confinamiento crearon un ahorro en muchos sectores sociales.
La creciente tensión entre China y Estados Unidos y la fragilidad, descubierta durante la pandemia, de las cadenas de suministro hacen ver a México, particularmente la frontera norte, como un lugar atractivo para el crecimiento industrial aunque obviamente sustentado por la enorme brecha salarial entre ambos países.
Juárez es una ciudad fea y polvorienta. Además de los problemas conocidos de inseguridad su infraestructura deja mucho que desear y la vivienda en general es de mala calidad probablemente por las esperanzas de las familias de migrar eventualmente a Estados Unidos.
Ciudad Juárez cuenta con 7.5 millones de metros cuadrados de naves industriales con una tasa de ocupación del 98%. Actualmente están en construcción otros 400 mil metros cuadrados. Al estar en el desierto sobra tierra tanto para nueva vivienda como para naves industriales.
La mano de obra está calificada y por lo mismo razonablemente bien pagada. Los cuellos de botella son la energía eléctrica, el agua, el transporte público y la vivienda. Aquí, como tantas veces en México, sobra energía social, inversión privada y falta capacidad de los gobiernos e inversión pública en infraestructura.
En el extremo opuesto del país, Cancún y la Riviera Maya también atraviesan por un boom. Las tasas de ocupación son altas, se mantienen así durante más meses del año y acaban de abrir ó están en construcción más de dos decenas de nuevos hoteles y condominios, algunos de ellos de lujo, con tarifas que llegan a alcanzar los tres mil dólares la noche. Además el aeropuerto está a punto de desbancar al de la CDMX con más de 30 millones de pasajeros al año de los cuales casi 20 son viajeros internacionales.
La guerra en Europa, el miedo a visitar lugares lejanos y los riesgos de quedar varados propiciaron los viajes a México. Del lado positivo el clima, la gastronomía, los paisajes y el servicio amable y eficiente completan la ecuación. En algunos de los ‘rankings’ el número de turistas internacionales está ya en segundo lugar detrás de Francia.
Estos nuevos hoteles respetan las dunas y los manglares y en algunos casos como Mayakoba son verdaderos paraísos naturales con canales y abundante vegetación.
Aquí también la inseguridad afecta la buena imagen del destino, la transportación es cara e inestable y en sitios como Tulum la infraestructura es casi nula frente al crecimiento descontrolado y muchas veces muy dañino para el medio ambiente.
Estos fenómenos urbanos y regionales, que nadie previó, están generando un rápido crecimiento económico y del empleo en la frontera norte y en las zonas costeras de los mares Caribe, Pacífico y Golfo de Cortés.
Vienen, aunque a muchos no les guste la idea, de la prevalencia de las leyes del mercado que reconocen en todo momento los cambios en la demanda y las ventajas competitivas de empresas y países. En el caso de México estas son clarísimas: la frontera norte para la industria porque colindamos con la economía más grande del planeta y por el costo y capacitación de nuestra mano de obra. En el turismo, como ya se dijo: el clima, playas, hospitalidad, gastronomía y arquitectura.
La conclusión, sin embargo, es que todo esto sucede a pesar de la inseguridad, la corrupción, la burocracia, la falta de estado de derecho y la incapacidad manifiesta de los gobiernos locales. Ello se refleja en la falta de gasto en infraestructura y en un mal funcionamiento de los servicios públicos.
Imaginemos por un momento lo que sucedería si los gobiernos de todos los niveles estuvieran a la altura del país y de la sociedad mexicana.
Este texto se incluye en la edición Mayo-Junio 2023 de la Revista Inversión Inmobiliaria
*Jorge Gamboa De Buen