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¿Qué es la Cultura de la Movilidad?

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Por Carmen Contreras*

Probablemente el «Bando sobre carruajes” de Miguel María de Azcarate, coronel retirado y gobernador del Distrito Federal en 1850 sea la primera norma institucional para conducir, es decir, el abuelo remoto del Reglamento de Tránsito de la Ciudad de México. Ese curioso documento decía lo siguiente:

“A sus habitantes, sabed:

Que obligado por las frecuentes desgracias que están ocurriendo en esta capital, por el uso de manejar por medio de riendillas las cabalgaduras que estiran los carruajes, y ser dirigidas por manos poco expertas, he venido en disponer se observen las prevenciones siguientes…»

Dichas prevenciones apuntaban hacia una cultura para transitar compuesta por destreza y “buenas maneras”. Cultura de la Movilidad en este siglo es un concepto más complejo, adoptado por los gobiernos de las ciudades que ponen énfasis en la necesidad de un desarrollo urbano sustentable, impulsado por el transporte eficiente, seguro, de calidad y accesible.

Desde disciplinas como la Sociología y la Antropología Social podemos entender la Cultura de la Movilidad como la  integración de las prácticas sociales, las conductas individuales y colectivas, los hábitos y habilidades que intervienen en la producción económica, simbólica y de información que permiten, por un lado, la integración comunitaria y, por otro, la coexistencia entre los distintos usuarios de las vialidades, del espacio público y de las modalidades de transporte.

Este concepto es diferente al de Educación Vial, que se limita al proceso educativo formal y dirigido por el Estado y hacia las personas como usuarias de las vialidades, y no como ciudadanía productora y consumidora, participante y demandante, integradora y difusora de mensajes, datos y símbolos al momento de desplazarse. Pensemos en las “tribus” ciclistas, por ejemplo.

En lo terrenal, fuera del Monte Olimpo de las definiciones teóricas, las grandes diferencias entre Educación Vial y Cultura de la Movilidad es que en la primera es el Estado quién define a través de los gobiernos los medios favorables para la aplicación de las normas jurídicas sobre el uso de las vialidades y para la prevención de accidentes. La Cultura de la Movilidad, en cambio, es la construcción colectiva de estrategias para vivir, comprender y aprehender la ciudad desde la necesidad de facilitar y asegurar los desplazamientos en ella.

Como tal, el concepto de Cultura de la Movilidad responde a un contexto histórico y social en el que las relaciones entre gobierno y ciudadanía es determinante para su instrumentación en políticas públicas.

Hablar de Cultura de la Movilidad también nos remite a pensar en la Utopía del pleno ejercicio de los Derechos Humanos: que todas las personas sin distinción alguna puedan tener opciones para realizar sus trayectos en la ciudad con las condiciones materiales, (infraestructura), financieras (tarifas), y de comunicación (información, tecnología) más adecuadas para llegar a sus destinos y realizar sus actividades; mismas que constituyen un sistema abierto de oportunidades para mejorar su calidad de vida.

Lo anterior implica desplazamientos eficientes y saludables de tal forma que la población pueda llegar a sus destinos con los menores riesgos y con certidumbre sobre sus inversiones económicas y de tiempo, lo que a su vez permite una mejor calidad del aire, prácticas y hábitos más saludables y mayores oportunidades para la convivencia, el esparcimiento y la integración social en sus colonias, barrios, unidades habitacionales y residenciales.

Al ser la Cultura de la Movilidad un medio, y no un fin propiamente, se considera como referencia que orienta los programas institucionales y la instrumentación de la política pública reflejada en ellos. En el caso de la Ciudad de México y otras ciudades, principalmente europeas, es claro que la adopción de este concepto como parte de la política pública fue impulsada por la sociedad civil y después fueron sumándose otros actores políticos como la academia.

El Estado, a través del gobierno y sus instituciones, debe incentivar los procesos de cambio social que permitan que efectivamente sea la Cultura de la Movilidad un medio para mejorar las condiciones para los desplazamientos con menores riesgos y costos sociales, generar la infraestructura, las técnicas y los marcos normativos para ello, así como abrir canales de participación, información y formación de la ciudadanía sustantiva (aquella que no sólo demanda, sino que también construye alternativas de solución). De igual manera, la sociedad civil juega un papel primordial en ello como agente que incluye temas relevantes para la agenda pública derivados de las experiencias y convivencia en diversos ambientes, espacios públicos y medios.

La Cultura de la Movilidad permite prevenir las afectaciones a terceros, nos lleva a coexistir diariamente con un mayor equilibrio entre las necesidades de quienes utilizan los medios motorizados y quienes pueden prescindir de ellos. Esto es indicativo de que efectivamente se ha realizado un cambio de prácticas, actitudes y conductas en beneficio de la colectividad.

 

 

Texto y fotografía: Carmen Contreras

*Directora de Perspectivas de IG y Consultora en Desarrollo Urbano con Perspectiva de Género

@Utopia_Urbana

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