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La urgencia de una ciudad saludable

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Por Carmen Contreras*

La pandemia trastocó varios paradigmas sobre las ciudades. Uno de ellos fue la proximidad de los servicios públicos, sus equipamientos e infraestructuras. ¿Qué servicios son esenciales en una ciudad? Es necesario hacer esta pregunta al ver que en la Ciudad de México se hacen importantes inversiones en infraestructura para el uso del automóvil y que las fragmentadas inversiones en transporte público se realizan en función de la demanda de pasajeros pero no pensando en la conexión entre modos de transporte o en los servicios de calidad en salud, educación y cultura cercanos en colonias y barrios con escasa cobertura.

En el caso de la salud, la proximidad en los servicios ha adquirido nuevas dimensiones con la pandemia. Implica pensar en una mejor distribución de los centros de atención primaria y hospitalización en las ciudades. Las desigualdades territoriales se reflejan en la concentración de los mejores servicios. En el caso de la Ciudad de México, de acuerdo al “Diagnóstico de la desigualdad territorial” del EVALÚA CDMX (2019), las alcaldías Benito Juárez, Cuauhtémoc, Coyoacán y Miguel Hidalgo concentran los mejores equipamientos y Tlalpan los mejores centros especializados de salud.

Los equipamientos e infraestructuras que se construyen, se inauguran y se publicitan como grandes logros después quedan “huecos”, sin capacidad de atención.  Las y los trabajadores de la salud son capital humano primordial de las ciudades y las construcciones no son nada sin ellos.

No solo me refiero a quienes trabajan en hospitales y clínicas. También me refiero a las personas que cuidan de manera profesional dentro de los hogares, como las enfermeras y enfermeros que trabajan por su cuenta. En la Ciudad de México dentro del grupo de personas que trabajaban en servicios de salud y asistenciales por su cuenta en 2018, un 84.3% fueron empleadas en unidades económicas pequeñas (de 0 a 5 personas).  Recordemos que este personal de salud no fue considerado en las etapas iniciales del proceso de vacunación contra la COVID-19 en México.

En la capital del país el PIB del sector terciario tuvo un repunte en el rubro  servicios financieros y de seguros que pasó del 2003 al 2017 de 4.7% al 13.2%. En contraste, el correspondiente a los servicios de salud y asistencia social disminuyó de 3.7% a 3%. Tendríamos que preguntarnos si el crecimiento económico de la Ciudad de México solo deber ser través del mercado global concentrado en los servicios financieros, cuando todo apunta a que es necesario el impulso al sector salud público y privado.

¿Qué lugar debe tener la salud en las políticas urbanas para la Ciudad de México si 60 de cada 100 personas adultas mayores trabajan en la informalidad? Es decir, las y los capitalinos estamos envejeciendo pero también la mayor parte estará sin pensiones y en la vejez dependerá de los programas sociales para complementar sus ingresos. Aquí cabe otra pregunta ¿somos sujetos del derecho a la salud o los gobiernos nos ven como beneficiarios de servicios asistenciales ahora y en el futuro?

El acceso a la salud no solo está relacionado con el ingreso. Hay otra variable: el tiempo. El enfoque de proximidad no solo se refiere a los servicios y equipamientos relacionados con la atención hospitalaria. También se refiere a las actividades que en el ciclo de vida de las personas son necesarias para prevenir enfermedades.

Hay un 19.8% de hogares en la Ciudad de México que no están en situación de pobreza, sin embargo, sus recursos de tiempo no alcanzan a cubrir necesidades como el autocuidado con el ejercicio, la alimentación adecuada, la recreación y el descanso.

A pesar de que estos hogares cuentan con instrumentos tecnológicos para laborar, la vida urbana y la demanda de trabajo en casa ha implicado el descuido de la salud emocional y física. El diseño de ciudades saludables está relacionado con las condiciones para gestionar el tiempo. En este punto urge que las empresas y empleadores cambien sus prácticas y mentalidades.

Otro cambio necesario son las asignaciones sociales de género en las cuales las actividades profesionales del cuidado de la salud con los salarios y condiciones más precarias están a cargo de mujeres.

En su informe sobre COVID-19 (2020) la CEPAL señaló que las mujeres representan el 72.8% del total de personas ocupadas en el sector salud en América Latina. Esto habla de una feminización de estos servicios profesionales. Ellas tienen una mayor carga como las extensas jornadas en su hogar y en los hospitales, los traslados desde su casa a los centros de trabajo, la permanente exposición al contagio en el que están y, en la mayoría de los casos, realizando actividades de gran compromiso como ayudar a la higiene personal de sus pacientes. ¿Cómo no pensar en ellas cuando hablamos de una ciudad saludable?

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Texto y fotografía: Carmen Contreras

*Directora de Perspectivas de IG y Consultora en Desarrollo Urbano con Perspectiva de Género

@Utopia_Urbana

 

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