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Utopías entramadas: el multifamiliar y el huerto

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Por Alfonso Fierro*

Es bien sabido que, tras el terremoto de 1985, varios edificios del Complejo Urbano Nonoalco-Tlatelolco y buena parte de los del Centro Urbano Presidente Juárez en la Colonia Roma quedaron en malas condiciones y tuvieron que ser demolidos. Ambos conjuntos son parte de los conocidos multifamiliares diseñados por Mario Pani en los años 50 y 60 bajo el modelo de la ciudad satélite.

En resumidas cuentas, la idea del modelo era construir vivienda asequible, organizarla en edificios para garantizar mayor densidad en menor espacio y, sobre todo, proveer estos conjuntos de una serie de servicios e infraestructuras colectivas como guarderías, parques, jardines, escuelas, tiendas, lavanderías o bibliotecas que garantizaran cierta autonomía a la ciudad satélite.

Es decir, que el conjunto operara como una pequeña ciudad en sí misma, de tal manera que los habitantes no tuvieran que desplazarse largas distancias para resolver cuestiones básicas como recibir educación, comprar comida o acceder a canchas y parques.

Trabajando con instituciones como la Dirección de Pensiones Civiles (luego ISSTE) o Banobras, Pani y su equipo desarrollaron los multifamiliares bajo la idea de estar construyendo los primeros atisbos de una utopía futura, una solución definitiva al problema de la vivienda social y al del crecimiento descontrolado del espacio urbano en México.

En 1954, por ejemplo, la revista Arquitectura México (dirigida por el propio Pani) presentaba el Centro Urbano Presidente Juárez como una ciudad jardín en la que los edificios se distribuían sin amontonamiento alrededor de un arbolado parque. La revista prometía una vida cómoda y saludable, una isla moderna en un barrio viejo como la Roma.

Si bien ya para los años 80 la construcción de multifamiliares en la escala del CUPJ o de Tlatelolco se había detenido (los conjuntos de los 70 fueron mucho más austeros), el evento del 85 marca la caída definitiva del modelo de vivienda social de la ciudad satélite de multifamiliares.

A partir de entonces se volvió común el desprecio a estos edificios, que de pronto evocaban las distopías del realismo socialista de la URSS o del paternalismo priista, el sueño vuelto pesadilla. Con el giro del gobierno federal desde mediados de los 80 hacia políticas económicas neoliberales, se dejó atrás todo atisbo de este modelo de vivienda social.

Desde los años 90 empezó a consolidarse, en cambio, otro modelo según el cual empresas vivienderas, en conjunto con el Infonavit, desarrollaban unidades de habitación en las periferias de las ciudades. Estas unidades consistían en acomodar cientos de casas idénticas (casi siempre de dos pisos, de estilo funcionalista) en emparrillados que no ofrecían ningún tipo de infraestructura colectiva o servicios básicos.[1] La serie fotográfica Alta Densidad de Jorge Taboada captura esta árida monotonía a la perfección.[2]

Es bien sabido que el modelo fracasó estrepitosamente tanto a nivel urbano como financiero.[3] Buena parte de las casas quedaron abandonadas por su lejanía y su aislamiento, y la crisis del 2008 derrumbó a algunas de estas empresas. Desde entonces, usando ideas en boga como “la ciudad de los 15 minutos,” el urbanismo de corte más liberal en México ha vuelto a aproximarse a la apuesta de la ciudad satélite por un uso de suelo mixto en el que oficinas, comercio y vivienda se articulan en conjunto. Lo que a veces queda fuera de estas discusiones es la importancia central que espacio y servicios públicos tenían en el modelo de los multifamiliares.

Ahora bien, luego del 85, la crítica a los multifamiliares no solo vino sólo de la derecha sino también de la izquierda. En 1987, en su libro México Profundo, el antropólogo Guillermo Bonfil Batalla sugería que el utopismo modernista de Pani (y otros) nunca había sido capaz de incluir a la gente en sus proyectos, que los habitantes habían sido excluidos de participar en el diseño de los conjuntos y que sus ideas sobre cómo vivir nunca habían sido escuchadas por estos arquitectos y burócratas que sentían que eran ellos –los expertos– los que debían enseñarle a la gente cómo vivir adecuadamente.[4]

Había mucho de verdad en esta crítica –el desprecio de Arquitectura México por las formas de habitación popular se exhibe solo–, pero también, curiosamente, había una ausencia de la voz de la gente. Dentro de la recuperación desde la izquierda de los multifamiliares, algunos de los proyectos más interesantes son justamente los que responden a la provocación de críticos como Bonfil Batalla incorporando los testimonios, perspectivas y opiniones de los propios habitantes de los multifamiliares. En su proyecto Tácticas de apropiación, Onnis Luque se ha propuesto capturar en fotografías la forma en la que los residentes se han apropiado de la arquitectura moderna de los multifamiliares de acuerdo con sus propios gustos, usos y necesidades.[5] En Rumores y retratos de un lugar de la modernidad, Graciela de Garay ha reunido testimonio de dos generaciones de habitantes del CUPA, en donde son ellos quienes nos cuentan la vida del conjunto: las amistades, los conflictos, los cambios generacionales, las formas de organización vecinal y, sobre todo, la identificación con una cultura del multifamiliar organizada en torno a una memoria colectiva compartida.[6]

Otro ejemplo de apropiación vecinal podemos encontrarlo en los huertos urbanos que han surgido recientemente en Tlatelolco y el CUPJ, en lotes que quedaron baldíos tras la demolición de edificios luego del terremoto.

El caso del Huerto Roma Verde es en particular interesante. Tras el 85, un lote de casi una hectárea de extensión quedó baldío en la esquina norponiente del conjunto. El ISSTE –dueño formal de esa tierra– prometió a los vecinos del multifamiliar Juárez un parque en ese lugar, promesa que nunca se cumplió a pesar de los continuos reclamos de los vecinos. En su lugar, el lote quedó baldío, lleno de basura y con fama de ser peligroso. En 2012, la asociación civil La cuadra provoca ciudad ocupó informalmente el espacio para construir ahí el Huerto Roma Verde, que sigue operando hasta el día de hoy.

El Huerto Roma Verde opera a través de voluntarios, siguiendo principios de permacultura. Además del huerto, hay una zona para juntar reciclaje, zonas para realizar talleres, un café, un sitio para proyecciones y otras cosas del estilo.

Además de proveer servicios urbanos (como la separación de residuos y el compostaje) y ofrecer actividades para los vecinos del multifamiliar y del barrio (desde talleres hasta festivales de cine), el huerto reúne a un conjunto de voluntarios jóvenes y participantes interesados en reflexionar sobre los problemas ecológicos de la ciudad de México y experimentar con formas de habitabilidad urbana sostenibles.

En esta medida, el huerto se entiende como un espacio utópico, especulativo, un lugar en donde imaginar futuros urbanos en común. Así, recupera parte del utopismo de la ciudad jardín del multifamiliar Juárez desde una perspectiva ecologista, entramando sobre sus ruinas una nueva promesa a futuro.

Por otro lado, la táctica de apropiarse de un lote baldío sin permiso del ISSTE representa ya en sí un argumento político. El foco es doble.

Por un lado, es una respuesta ante la promesa incumplida de hacer un parque para los vecinos del multifamiliar, respuesta que en última instancia critica el abandono por parte del estado de estos conjuntos.  Por el otro, se trata de un intento de asegurar la existencia de espacios públicos comunitarios que incluyan a los residentes del barrio en el contexto de una colonia de alta gentrificación como la Roma.

Su lógica recupera algo que estaba en el centro mismo de la noción de la ciudad satélite como modelo de vivienda social y que a menudo queda fuera en nociones como “ciudad de 15 minutos”: el rol que el estado debería tener para garantizar, bajo distintos esquemas, una serie de servicios e infraestructuras públicas de acceso igualitario para los residentes urbanos en términos de educación, cultura o recreación.

Por otra parte, a diferencia de los multifamiliares, el huerto se piensa a sí mismo como espacio participativo, en tanto busca reclamar el derecho colectivo de los residentes a involucrarse en el diseño, uso y conducción de proyectos públicos de regeneración urbana. En esta medida, el huerto que se monta sobre los residuos del multifamiliar puede entenderse, al mismo tiempo, como una crítica al modelo de Pani y una recuperación de aquellos elementos de esta vieja utopía que siguen prometiendo hoy la construcción un espacio urbano justo.

[1] Paavo Monkkonen, “The Housing Transition in Mexico: Expanding Access to Housing Finance,” Urban Affairs Review 47.5 (2011).

[2] Se puede ver aquí: https://jorgetaboada.wixsite.com/jorgetaboada/alta-densidad

[3] Luis Zamorano, “The Perfect Storm: One Country’s History of Urban Sprawl,” The City Fix, March 5, 2014. Fecha de acceso: Julio, 2021. https://thecityfix.com/blog/perfect-storm-one-countrys-history-urban-sprawl-luis-zamorano/

[4] Guillermo Bonfil Batalla, México Profundo: una civilización negada (Mexico City: FCE, 1989).

[5] Se puede ver aquí: https://onnisluque.com/archivo/usfdf-tacticas-de-apropiacion-2/

[6] Graciela de Garay, Rumores y retratos de un lugar en la modernidad: historia oral del Multifamiliar Miguel Alemán 1949-1999 (Mexico City: Instituto Mora, 2002).

*Alfonso Fierro

Candidato a doctor por la Universidad de California, Berkeley, en donde enseña a nivel licenciatura desde 2016. Su investigación doctoral gira en torno a utopismos urbanos pasados y presentes en Latinoamérica, enfocándose sobre todo en la arquitectura y la literatura. Contribuye habitualmente a la revista Arquine, así como a otros medios como Revista de la Universidad, Public Books o Tierra Adentro. Actualmente, coordina el seminario Futuros urbanos para Instituto17. Es también co-curador y organizador de la exposición Cartografías Ocultas: Circuitos del arte correo para el Museo de la Filatelia de Oaxaca (Septiembre 2021).

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