¿Qué va a pasar con quienes como consecuencia de los sismos tengan que tomar decisiones relacionadas con vivienda?
¿Podrán y querrán seguir viviendo en los mismos barrios y entidades federativas?
Muchos van a querer poner tierra de por medio entre sus nuevas viviendas y los lugares que fueron más golpeados por los sismos… Otros quisieran seguir viviendo en los mismos barrios, pero no podrán pagar los costos de seguirlo haciendo… O no encontrarán una vivienda que responda eficientemente a sus gustos, necesidades y posibilidades.
Y no debiera ser tan difícil…
Todo tendría que estar previamente planteado en proyectos integrales de ciudad, que en sus alcances tuvieran capacidad de hacer ajustes para responder a cualquier emergencia que pudiera darse… Sí, una emergencia como pudieran ser los sismos del 7 y 19 de septiembre.
Lo malo es que esos proyectos de ciudad no existen…
Y esta cruda realidad se vive en todo el país… Lo mismo en comunidades rurales que resultaron afectadas en Oaxaca, Chiapas, Morelos o Puebla, que en la Ciudad de México, en donde por supuesto, la escala hace que se agudice el problema.
El reto de la reconstrucción debiera estar contemplado en la política de ordenamiento territorial y urbano, bajo escenarios que permitan planear y actuar lo mismo en el ámbito regional, que en el metropolitano o el más estrictamente local… Y todo respondiendo a parámetros reconocidos por todos para la escala nacional.
Es así que bastaría con revisar programas regionales y, en su caso, metropolitanos, para tomar decisiones que permitieran que la reconstrucción se haga sobre la base de mantener objetivos y solo tomar acciones emergentes que no impliquen desviar el rumbo.
Pero no… El hecho es que tanto los programas regionales, como los metropolitanos están en pañales, lo que, ante el caso de la urgente reconstrucción, impide que la demanda emergente de vivienda pueda ser debidamente atendida.
¿Dónde acabarán viviendo quienes perdieron su vivienda? No tengo idea, pero de lo que sí estoy seguro, es de que no será en una ubicación planeada y que forme parte de un proyecto de ciudad con escenarios de mediano y largo plazo.
La gente que se tenga que mudar muy posiblemente termine viviendo no en un lugar que buscara, sino donde terminó encontrando una vivienda.
Porque en el caso de la Ciudad de México hay que tener muy presente que la mala regulación ha provocado que desde hace muchos años se construyan mucho menos viviendas que las que se necesitan, lo que distorsiona el mercado inmobiliario, encareciendo precios y transformando la vocación de muchos barrios.
Ante la mala planeación y la peor regulación lo más probable es que veamos una nueva migración a la periferia de una mancha urbana que no se puede llamar zona metropolitana.
Veremos que gente que vivía en la Ciudad de México terminará viviendo en un municipio mexiquense, hidalguense, poblano o incluso tlaxcalteca, poniendo un engrane más a la ya peligrosísima bomba de tiempo que ha provocado la falta de verdadera visión metropolitana
