Con profundo amor y eterno agradecimiento para mi mamá…
En muchísimas ocasiones me han preguntado de dónde viene mi gusto por el sector inmobiliario y mi especial pasión por la vivienda…
Fueron y son muchas cosas. Un poco por formación, por oportunidad y circunstancia profesional, por experiencia, por amigos y relaciones hechas en el camino de la vida…
Apenas había pasado la mitad de los estudios de arquitectura, cuando al querer empezar a trabajar en algo relacionado con mi futura profesión, la suerte me llevó a la que en ese entonces ya se encaminaba a ser la desarrolladora de vivienda más importante de México.
Gracias a lo que ahí aprendí, unos años después me independicé para recorrer la aventura que implica ser desarrollador de vivienda… Gran experiencia que se vio truncada por la crisis que nos dejó el Error de Diciembre.
Tiempo después, ese cerrar de ventanas y abrir de puertas que es la vida, me llevó a este camino de los medios, teniendo como eje de esta nueva etapa el gusanito de entender y difundir lo que la vivienda representaba en el proceso de construir un país más eficiente, rico y equitativo.
Sí, hoy escribo esta columna gracias a todos estos años pasados al cobijo del sector inmobiliario… Años que me han permitido entender que una casa es el principio de toda gran historia.
Puedo decir que toda esta experiencia ha sido el gran detonante de esta pasión que despierta en mí la vivienda… Pero estaría mintiendo.
La verdad es que mi historia personal también empezó en una casa… Porque fue en la casa de mis padres; MI CASA, donde sin darme cuenta entendí lo que una vivienda puede significar en la formación de una persona, de una familia, de una comunidad y de toda una sociedad.
La casa… La vivienda pues, es el fundamento de la riqueza económica de una familia y de un país entero.
La casa es el elemento fundamental del proceso de construir ciudades eficientes, justas y competitivas… Ciudades que cumplan con objetivos que trasciendan los límites de las paredes de esa entidad económica que llamamos vivienda.
Porque -y yo mismo lo he dicho- la vivienda es el activo fundamental, semilla de patrimonio, un bien económico…
Pero la vivienda es mucho más que eso… En mi caso, que es el caso de la gran parte de las familias, la casa fue el entorno que marcó el acceso a un mejor futuro.
Por eso, reconociendo el valor de la casa como bien económico, no hay que perder de vista que es ante todo el bien social por excelencia.
Por eso, las paredes que marcan el límite físico de una vivienda están muy lejos de definir lo que es una casa…
La casa trasciende sus paredes y crece hacia el exterior gracias a la ciudad… pero crece también hacia adentro en la medida en que esas paredes cobijan y alimentan el calor familiar.
Y es que esas paredes que parecieran ser un límite, en realidad son esa piel del hogar que nos protege, pero, sobre todo, nos cobija y alimenta…
Por eso, si yo tuviera que describir la casa de mis padres no hablaría ni de ubicación, ni de superficie ni de acabados… Hablaría de todos aquellos días en que mi papá regresaba a mediodía para comer con nosotros.
Hablaría de una casa iluminada por la luz que emitía mi mamá. De como, sin importar cuales fueran las circunstancias, mi hermano y yo siempre pensamos que éramos ricos porque no había otra forma de entender que en esa casa encontráramos siempre todo.
¿Cómo no voy a ser un apasionado de la vivienda si tantas veces pude comprobar lo que esas paredes nos dan?
Por eso creo que atender el rezago habitacional es reto social y económico de primer orden. Pero es, ante todo, reto moral que de ser atendido debidamente creará condiciones para cultivar mejores mexicanos.
Por mi parte, siempre recordaré todo ese maravilloso tiempo pasado en la casa de mis papás.
Hoy, que vivo el luto por la muerte de mi mamá, la quiero recordar en SU CASA, porque a fin de cuentas, esa casa es esencia misma de lo que es ella.
Los invito a pensar un momento en sus casas familiares… Seguro encontrarán en sus recuerdos argumentos de sobra para querer compartir y multiplicar esas buenas experiencias.
