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Visitar a los amigos en la Maldita Vecindad

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A finales del año pasado acudí a ver a Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, una de mis bandas favoritas, la presentación fue el día de la Guadalupana, el 12 de diciembre, en la Carpa Astros, en Calzada de Tlalpan muy cerca del Metro Villa de Cortés, fue algo muy especial para mí, pues tenía varios años que no había ido a uno de sus conciertos.

Dese mi adolescencia acudí a verlos a diferentes lugares, la mayoría de en plazas públicas, por lo que los eventos eran gratuitos, así los vi en la Alameda Sur, el Deportivo Azcapotzalco, el Zócalo, en la Magdalena Mixhuca, en Ciudad Universitaria, si mi memoria no me falla, sólo pagué una vez para verlos, esto fue en un bar en Mundo E.

Cuando salió su último disco Circular Colectivo lo presentaron en el Cuervo Salón, pero no tenía dinero para comprar mi boleto, pero creí que habría más presentaciones y podría ir a alguna de ellas… sin embargo, la tragedia se hizo presente en julio de 2011, la banda anunciaba vacaciones indefinidas que duraron varios años.

Por esta razón ese concierto era muy esperado por mí, llegué como una hora antes de que abrieran las puertas, aunque había una banda telonera, entré directo a la carpa, estuve de pie poco más de una hora en lo que empezaba el retumbar de tambores, vibración de cuerdas, juego de luces y fuego, de corear canciones y bailar apretadito.

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El espectáculo inició con Bailando, una de mis rolas favoritas del mundo mundial, además no me había tocado escucharla en vivo, casi lloro de la emoción, en esta canción se mezcla el amor, las luchas obreras y despidos masivos que se vivían a finales de los años 80 cuando fue escrita esta canción para darle al bailazo.

Después hubo un recorrido por todas sus canciones agrupadas en la rola Quinto Patio Ska, en donde todos sacamos nuestros mejores pasos al ritmo de las guitarras de Pato; el bajo de Aldo; los metales de Sax y la voz de Roco.

También este concierto fue especial porque fue la presentación por el 25 aniversario del lanzamiento de su disco El Circo, segundo de su carrera y que ha sido calificado como uno de los más importantes dentro del rock nacional y que se presentó en el mismo lugar hace un cuarto de siglo.

El primer bloque de canciones cerró con El Tieso y la Negra Soledad, con lo que no perdí la esperanza de encontrar un amor con mis mejores movimientos de cadera, bailar ska, charanga y son, mambo, calipso y guaguancó.

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Después de las primeras rolas, continuó el segundo bloque, que consistió en El Circo completo, el escenario se llenó de humo que danzaba al ritmo de sonidos árabes, una figura larga y con gran melena cubierta por una capa negra se apoderó de la tarima, un faquir que podría recordar a Antônio Conselheiro, realizó diversos actos temerarios, como incrustar un clavo en su nariz y tragar una espada.

Acto seguido comenzó a sonar Solín, personaje que vivía en la vecindad y después de muchos trabajos frustrados logró conseguir en una feria la chamba ideal. El homenaje Tin Tan no pudo faltar, el Pachuco se hizo presente para hablar de las broncas generacionales, entre pachucos y punks.

Contra la violencia se alzaron nuestras voces y cantamos Un poco de sangre y Un Gran Circo, rolas cuyo escenario puede quedar a la perfección en cualquier gran ciudad del país. En donde es difícil caminar en donde el hambre se ve como un gran circo en acción; en donde José trabaja en una esquina limpiando parabrisas, corre a un carro, corre a otro.

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El romanticismo se ubicó en las alturas, la Carpa se convirtió en un congal que no está ajeno al amor, la música y la pasión. Kumbala abrió sus puertas para que todos pensáramos en el amor, una trapecista enfundada en un sensual vestido rojo realizó diversas piruetas en un aro que colgaba sobre los asistentes.

El cierre del concierto fue contundente, pues como lo dijo Roco, cuando realizaban sus primeras presentaciones, con unos kilos de menos y más cabello, les decían que el rock no se podía tocar con congas, que eso más bien era tropirock, decidieron hacer un homenaje al recién desaparecido Divo de Juárez, Juan Gabriel.

Y todos al ritmo de Querida le dimos al zapatazo, algunos mirando nuestra soledad y que no nos sintamos nada bien, pero que quizá ella piense en mí un solo momento. Pero al final no fue tanta soledad, porque me encontré a algunos amigos con lo que platiqué del concierto, compartimos unos tragos y pude presumir que me gané la corbata de Sax.

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Diego Rodríguez

Egresado de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la carrera en Comunicación, con especialidad en medios escritos. Reportero del desaparecido periódico Nuestro México, en donde cubrió las fuentes delegacionales y Asamblea Legislativa. También trabajó en la Coordinación de Comunicación Social en la delegación Álvaro Obregón. Le gusta leer novelas y cuentos.


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