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Apuntes sobre la militarización de las calles

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Desde cualquier punto, se puede observar a los militares patrullando la costera a bordo de camionetas oficiales. Por vehículo viajan seis elementos: dos en la cabina y cuatro más en la parte trasera del automotor. Los que van atrás portan las armas largas a la vista de la gente, tomadas con firmeza con las dos manos por si es necesario utilizarlas.

Por lo general, los rondines se hacen en convoyes conformados por tres camionetas. Todos los soldados que viajan muestran semblante serio e inquisidor. Después de ver pasar a algún contingente, no pasará más de cinco minutos antes que cualquier ciudadano despistado vuelva a estar frente a un vehículo militar.

Sobre las banquetas, en parejas, los militares a pie mantienen también vigilancia constante. Voltean a todos lados y evalúan a la gente. Cualquier ciudadano puede ser sospechoso y hay que estar atentos por si resulta necesario accionar la escupe plomo que traen colgada al hombro.

Esas imágenes son constantes en el puerto de Acapulco. Entre turistas mexicanos y extranjeros que pasean por este sitio emblemático de México, los elementos castrenses ya son parte de la escenografía, que refleja la escalada de violencia en todo el país.

Entre locales que ofertan barra libre hasta las tres de la mañana y el mejor ambiente del puerto, las armas y el atuendo verde olivo que sugiere un escenario de guerra, complementan la panorámica que se llevan quienes acuden al sitio para pasar días de descanso.

Y es que de este aumento en la violencia los sitios turísticos no se salvan. Y Acapulco es un claro ejemplo. Perteneciente a un estado donde las bandas del crimen organizado toman cada vez más fuerza, las balaceras y enfrentamientos sobre la Costera Miguel Alemán, un emblema si de vacaciones se trata, se han presentado.

Tan sólo del último enfrentamiento registrado en abril de este año, el saldo fue de dos personas muertas y cinco más heridas. Dos de las víctimas no mortales eran turistas que paseaban por la costera.
Según las versiones, el enfrentamiento se originó tras la persecución de los dos sujetos muertos. Los verdugos viajaban en un vehículo negro.

Pero ante este escenario, ¿qué tan conveniente resulta que militares, entrenados para matar y no seguir protocolos de seguridad ciudadana, custodien uno de los sitios más visitados de México? ¿Qué tan conveniente resulta que sean los elementos castrenses los que realicen esta tarea, sobre todo ante casos donde el abuso militar contra civiles comunes y corrientes se hace presente?

Si bien, no todos los elementos castrenses han cometido faltas, las malas prácticas de algunos han marcado el quehacer de esta institución.

Ante el reciente debate que se generó por la Ley de Seguridad Interior, a muchos preocupa la posible actuación del ejercito tras la aprobación de este marco normativo.

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Edgar Rosas

Editor en Jefe de Centro Urbano. Egresado de la maestría en Periodismo Político de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García (EPCSG). Estudió la licenciatura en Comunicación en la Universidad Mexicana. Amante de la crónica y el reportaje. Admirador de Vicente Leñero y Miguel Ángel Granados Chapa.


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