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Cerrar el año con Maldita Vecindad

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Hace un año fui a ver a Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio a la Carpa Astros, al sur de la Ciudad de México, no creí que 365 días después los vería de nuevo en el mismo lugar con motivo del 26 aniversario de su disco ‘El Circo’, esta vez acudí con un par de amigos con los que brinqué y canté durante tres horas.

Aunque la cita era a las 8 de la noche, los pachucos salieron al escenario una hora después, mientras tanto un DJ mezclaba reggae, funk, rock, ska y otros ritmos bailables. Hasta que el escenario se apagó, comenzó a sonar una polkapunk y se proyectó una animación con personajes populares de la ciudad: taxistas, organilleros, ficheras, indigentes, traga fuegos…

Pato, Roco, Aldo y Sax tomaron el escenario, los gritos a nivel de piso pedían varias canciones, les aventaban algún piropo, levantaban la mano con la V de la victoria o con el puño cerrado. Unas voces infantiles opacaron los gritos con la frase: “Ehhhh baila con Maldita Vecindad, ritmo que prefiere tu mamá” y la Carpa comenzó a brincar al ritmo de ‘Bailando’.

Mi compa Rafa dijo: “es mi rola”. Pero lo corregí: “es nuestra rola”. Sobre todo porque lo último de nuestros ahorros lo gastamos en el concierto, no sabíamos por qué, pero queríamos bailar. El bajo de la rola sacaba mis mejores movimientos de piernas hasta donde fuera posible dentro del slam, mientras todos girábamos en ese lugar.

Siguieron ‘Quinto Patio Ska’, canción con la que todos demostramos que íbamos en paz, a celebrar en una fiesta de la calle y con música del barrio; en apoyo a la diversidad y distintas formas de amar y querer, sonó ‘Rafael’, contó su historia, sus dos años pasados junto a Carlos y cómo un nublado día se fue.

Como es costumbre, entre cada canción Roco saludaba a la gente, llamaba a tomar conciencia sobre el entorno político, social y cultural del país. Solito se aventó un rap, cuya letra hablaba de olvidarte de las preocupaciones, de las cosas que no hiciste, sino de ver lo que viene y que sea chido.

Acto seguido, el ‘Tejedor de historias’ pasó a decirnos que no hay por qué esperar, cada día se muere y se vuelve a empezar, además si volviéramos a nacer nos volveríamos a encontrar y nos volveríamos a amar.

El bailazo continuó con canciones de todos sus discos, como ‘Mojado’, ‘Don Palabras’, ‘Chacahua’, ‘Mujer’, ‘El Tieso y la Negra Soledad’, ‘El Cocodrilo’, ‘Canción Omaha’. Con esas canciones se rindió homenaje a los migrantes, a los poetas pobres, a la raíz negra de los mexicanos, a quienes se quedan sentados en las fiestas sin querer bailar, a la Época de Oro del cine mexicano.

Después de un receso y actos circenses, la segunda parte consistió en tocar completo el disco ‘El Circo’, los músicos hicieron un cambio de ropa sin dejar los sacos largos y holgados, los pantalones anchos y ajustados en los tobillos, con los sombreros emplumados.

‘Toño’ puso el ambiente como lo hace todos los días, con su sombrero viejo, un bote con monedas, tocando su trompeta en las esquinas, en las cantinas, con la güera de los tacos, en un mercado viejo.

Los brincos más altos de la noche fueron con ‘Solín’, los sonidos árabes hicieron por un momento a un lado al ska. Y a la invitación de “a ver quién brinca más alto” los empujones y gritos se hicieron más grandes, los faquires saltaban, leían las cartas del futuro, hipnotizaban.

‘Un gran circo’ también fue de las más aplaudidas, más de un cuarto de siglo que fue escrita y parece que el espectáculo en el circo de la ciudad es el mismo: un niño que trabaja lanzando pelotas para vivir, flacos extraños que viven sin comer lanzando fuego.

Todos los asistentes, desde señores canosos con lentes que no temieron estar en los círculos de paz y nenitos que quizá era el primer concierto de sus vidas, sacaron los pasos ultra sensuales con ‘Pata de perro’, donde Mario tocó todos los ritmos que aprendió en Nueva York, los bailes en Japón, sus amores en Brasil, los tambores en Haití, cuando conoció a Mandela y sus borracheras en la URSS.

En esta fiesta no podía faltar el buen Pachuco de Oro, Tin Tan, con ‘Pachuco’ y su enojo porque se encontraba muchos punks en las calles, cuando su generación era decente y muy formal y bailaban mambo.

El cierre fue con un homenaje a un gran personaje de la cultura popular mexicana, al Divo de Juárez, Juan Gabriel, al ritmo de tropirock, ‘Querida’ hizo que se cimbrara el piso, mientras todos estábamos seguros que no nos había sanado la herida, pero teniamos el deseo de ver de nuevo luz en nuestra casa.

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Diego Rodríguez

Egresado de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la carrera en Comunicación, con especialidad en medios escritos. Reportero del desaparecido periódico Nuestro México, en donde cubrió las fuentes delegacionales y Asamblea Legislativa. También trabajó en la Coordinación de Comunicación Social en la delegación Álvaro Obregón. Le gusta leer novelas y cuentos.


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