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Pancracio nuestro, líbranos del mal

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La lucha libre mexicana seguirá viva en la tradición de las familias por mucho tiempo. Y muestra de ello es que a pesar de las corrientes que vienen del norte e intentan hacerlo pasar como un espectáculo de baja calidad, el pancracio mexicano se mantiene en el gusto de la afición.

Llaves, lances espectaculares por arriba de la tercera cuerda, y el combate a ras de lona, identifican al pancracio mexicano en el mundo. Sin dejar de lado las máscaras que dotan de misterio a los atletas y permite la adoración de personajes que rayan en el heroísmo.

Hace unos días me reencontré con este deporte, luego de por lo menos 3 años de estar ajeno totalmente de él. En mi época de adolescencia representó una de mis aficiones más allegadas, teniendo en el escenario a figuras como La Parka, Octagón y Máscara Sagrada.

Me llevé una grata sorpresa al observar que la afición sigue acudiendo al llamado del pancracio mexicano. Adultos, niños, niñas e incluso recién nacidos acuden a observar cómo los gladiadores intercambian “pierrotazos” y crean todo un escenario en torno a ellos.

Sin duda, el ambiente que ofrece una función de lucha libre no tiene comparación. El espectáculo del pancracio otorga lo que ninguno otro deporte: la posibilidad de intercambiar con los protagonistas del acto no sólo gritos de apoyo, sino mentadas, maldiciones y cualquier grito que sirva para avivar la fiesta en el cuadrilátero.

Muchos han dicho que el más recatado de los individuos puede perder la cordura en una función de lucha libre, esto ante las posees retadoras de algunos gladiadores que buscan integran al show a los miles de asistentes que pagan un boleto para ver el espectáculo.

En esta función, pude ser testigo que la lucha libre está regresando a sus orígenes, en donde el juego de llaves arriba del cuadrilátero, la coreografía de movimientos que hacen volar a los gladiadores por la lona, y el sometimiento a ras de suelo se vuelven el elemento principal.

La asistencia de la afición en esta función, que invadió el gimnasio municipal Benito Juárez en Cuautitlán, me permitió ver el nivel de arraigo de la lucha libre mexicana. El recinto se adornó de un mosaico de máscaras y playeras que mostraban la afinidad de la gente a cierto grupo de luchadores.

En fin, la lucha libre mexicana forma parte del ADN de varias generaciones de mexicanos, que pese a cualquier circunstancia seguirán acudiendo a las arenas para mantener viva la fiesta del pancracio.

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Edgar Rosas

Editor en Jefe de Centro Urbano. Egresado de la maestría en Periodismo Político de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García (EPCSG). Estudió la licenciatura en Comunicación en la Universidad Mexicana. Amante de la crónica y el reportaje. Admirador de Vicente Leñero y Miguel Ángel Granados Chapa.


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