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Atajos que no acercan: sobre los puentes peatonales

Hablemos de Urbanismo |

POR BERNARDO FARILL.

En el imaginario urbano hay un tipo de infraestructura que pareciera beneficiar a los peatones: los puentes peatonales. Hasta su nombre llevan. En realidad, los puentes peatonales buscan quitar a los peatones del camino para que los automóviles no tengan que interrumpir su velocidad ni verse en la penosa necesidad de atropellar a uno y con ello perder todo el tiempo que se puedan imaginar.

Los puentes peatonales son una infraestructura que cuenta con todos los atributos deseables dentro de una política pública: se pueden colocar sin planeación, crean empleos y grandes contratos, no requieren un diagnóstico complicado, la gente los pide y sobre todo, ya estamos acostumbrados a ellos.

En la obvia y superficial crítica hacia los peatones y ciclistas, a los defensores de los automóviles se les olvida siempre una cosa: en estos dos modos de transporte es uno el que funciona como motor. Subir, bajar, frenar, arrancar y dar vueltas implica trabajar y cansarse. El cuerpo humano gasta energía, y todo lo que usa energía busca gastar lo menos posible.

Sobre Ejército Nacional, a la altura del Hospital Español, hay un puente peatonal. Para utilizarlo, hay que subir 40 escalones, caminar 40 metros y bajar otros 40 escalones. En este proceso la energía utilizada por un ser humano promedio es la misma que si caminara 320 metros en plano (61.6kJ). Si el peatón decidiera no usarlo y cruzara la avenida por el paso peatonal más cercano, utilizaría la mitad de la energía requerida para subir el puente (32kJ) y quedaría en el mismo lugar que si lo hubiera usado. Ya quedó claro que este puente no sirve para nada, pero vamos un poco más allá: supongamos que el peatón hace esto varias veces al día y ya está harto de dar vueltas y de subir y bajar escaleras y de tropezar con banquetas de mala calidad, así que decide cruzar por donde “no debe” y cruza corriendo sobre la avenida: si llega vivo, gastaría un catorceavo (1/14) de la energía requerida para subir el puente peatonal (4.6kJ). Esta movida, que no es patrocinada por la Secretaría de Movilidad, será tan ilegal como quieran, pero es claramente la que más conviene.

Artículo Farrill

El contraste tan fuerte entre subir el puente peatonal y cruzar a nivel, deja en claro que este puente peatonal es un elefante blanco que únicamente sirve para echarle la culpa al peatón en caso de un accidente. No tiene justificación ni razón de ser. Un puente está creado para ser un atajo para quien lo usa, o no sirve.

Podemos hablar de lo mal diseñados que están los puentes peatonales: que si causan vértigo, que si son inseguros, que no hay manera de que lo use un anciano o una persona en silla de ruedas… pero sería jugar el juego equivocado. Los puentes peatonales son indicadores de una mala política urbana. En este caso particular indican dónde se acaba Polanco y dónde se deja de invertir dinero (La colonia Granada nunca será el “Nuevo Polanco” que vende el Gobierno de la Ciudad de México hasta que no sea igual de fácil caminar a ésta como lo es dentro de Polanco. Si quieren mejorar esta zona, hay que conectarla, no aislarla).

La Ciudad debe planearse para usar la energía de manera más eficiente: los peatones y ciclistas deben cansarse menos y llegar más lejos, y los coches deben usarse menos. La planeación urbana deben ser menos buenos deseos y más razones de peso.

Bernardo Farill, urbanista que a través de su trabajo arquitectónico se ha dedicado al desarrollo sustentable de las comunidades con especial atención a la gestión de la convivencia social, por lo cual se mantiene en contacto con diversas organizaciones no gubernamentales.

@bernardofarill

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