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Desarrolla la Sedesol prototipo de vivienda en zonas afectadas por los sismos

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  • Con respeto a sus usos y costumbres, se aplica en Papanoa un proyecto piloto de vivienda digna para familias guerrerenses en condiciones de pobreza

 

Ante la contingencia generada por los sismos en la región de la costa grande, en el estado de Guerrero, la secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) respondió de manera inmediata con el desarrollo de un prototipo de vivienda rural que se trabaja en la localidad de Papanoa, municipio de Tecpan de Galeana, para apoyar a las familias cuyas casas resultaron con afectaciones.

 

Don Daniel Ruiz Hernández, de 77 años, y su esposa Ventura Cabrera Morales, de 64, son los primeros beneficiarios de este proyecto piloto impulsado por la Sedesol en esta comunidad de aproximadamente 200 familias. Ellos viven en la calle Juan Rulfo sin número, en esta comunidad del municipio de Tecpan de Galeana, a donde se llega sólo después de cruzar un barranco y un pequeño arroyo.

 

Esta pareja de adultos mayores ha vivido en esta casa con paredes de bajareque (mezcla de lodo, paja y madera) desde que vivían los papás de Don Daniel; ahora reciben la ayuda de la Sedesol, como resultado del recorrido casa por casa hecho por brigadistas de la dependencia en 28 municipios de la costa grande, para censar 9 mil 500 viviendas hasta el momento.

 

“Estoy contento porque ya veo lo que será mi nueva casa; un viejo ya no sueña con tener algo nuevo, pero esto es como ver la nueva luz…”, dice Don Daniel, hombre delgado, de cara afilada y pómulos prominentes, bigote y pelo canos, mientras enseñando lo que quedó de su hogar de toda la vida después de los sismos.

 

Sentado en una silla blanca de plástico, entre lo que fue su casa y lo que será su nuevo hogar, dice que “lo que era una tragedia para nosotros se ha transformado en una especie de sueño. A nosotros nunca nos habían dado nada, pero ahora la atención de la Sedesol ha sido continua… Poco a poco vemos cómo nuestra nueva casa toma forma a un lado de los escombros de la otra”.

 

“Primero, los de la Sedesol me dieron mil 260 por la limpieza de lo que había destruido el sismo la primera vez; luego nos trajeron láminas para protegernos de la lluvia, y hoy nos están construyendo la casa. ¿Qué puedo decir? Estoy muy agradecido, porque el gobierno se ha empeñado con nosotros los pobres; no solamente conmigo, con todos”, afirma Don Daniel.

 

Mientras Doña Ventura levanta la mesa donde desayunaron los “maistros albañiles”, Don Daniel cuenta del “susto” que sintieron cuando el primer sismo, el del 18 de abril, porque “todo fue rumor en Papanoa y la gente hablaba de muchos muertos”.

 

“Yo ya me iba para Tecpan, porque allá tengo familia, y me dijeron que todos habían muerto. ¡Imagínese! Pero no era cierto. Sí, hubo algunos daños, pero no muertos. Aquí hubo muchos rumores, por los camioneros que a diario vienen a comprar mango. El temblor nos dio mucho miedo, sobre todo a los que ya estamos viejos…”

 

Doña Ventura escucha sin decir nada. Contempla los gestos que su marido hace al pronunciar cada palabra, sobre todo cuando menciona lo que sintieron al ver los daños en su casa. Por fin se anima y dice no saber “¡qué hubiera sido de nosotros si el gobierno no hubieran llegado!” Las lágrimas le ahogan las palabras. Hace un esfuerzo para reponerse y voltea hacia el garrafón para ocultar su tristeza y ofrecer “un vasito de agua” pa’la calor.

 

Los ayudantes del “maistro” albañil colocan sobre la estructura metálica la lámina galvateja y comienza a tomar forma el nuevo hogar: dos habitaciones a los extremos, con sala, baño, lavabo, regadera y un tinaco de resguardo de agua potable. El corredor de la casa es fundamental en la costa grande, al ser el punto de encuentro de las familias, por lo que así se construye, en apego y respeto a los usos y costumbres.

 

La Sedesol trabaja para construir viviendas que dignifiquen a las familias, por ello se busca que los materiales sean resistentes a los sismos. Los muros de adoblock, castillos electrosoldados, cimentación  de losa y techo de estructura metálica contrastan con las antiguas habitaciones de muros de adobe agrietados; de techumbres de tejas que, al desprenderse, permitieron el paso del sol, como resultado del sismo grande, el del Viernes Santo.

 

Afuera, la tierra sigue tronando, como si algo grande cayera a lo más profundo. El calor es intenso, incluso en la sombra. Es la región de la tierra caliente, donde la naturaleza pródiga y salobre carcome el color ladrillo de los arcos invertidos y el enrejado blanco, en una parte de la casa. Lo demás está cercado con varas, tablas y alambre de púas.

 

A un costado de Don Daniel se escuchan los martillazos de los trabajadores sobre las láminas de lo que será un nuevo hogar, un hogar digno. Don Daniel respira hondo. Quiere decir muchas cosas, pero no puede contener las lágrimas: “¿Qué más puedo decirles? Sólo agradecer el empeño del gobierno del presidente Peña Nieto por todo lo que está haciendo por Guerrero. Le digo estas palabras con lágrimas que ya no sé si son por el susto o de alegría, por todo lo que han hecho por nosotros…”.

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Redacción Centro Urbano


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